Tras la inminencia de una huella llamada libertad
Tienes razón, Antonio, hay que ser muy hombre para soportar la belleza. Pero algo dices tú que no es humano. ¿Qué sientes en la boca si pronuncias? ¿Qué inyectas a tus ojos, cómo miran? ¿Con qué tocan tus manos?
Cuando nombras las cosas me inundan su volumen, su ácido y su jugo y su dulzura. Todo cambia desde los hospitales de tu ser hasta el espacio enorme de la tierra. Tu voz transforma el mundo. Pero no es una guerra ni tampoco un disparo. Es tu voz, tu voz intraducible como el idioma que no ha llegado a ser del todo todavía. Tu voz que no se pierde.
¿Cuánto sufres por una palabra hermosa? ¿De qué arbusto recoges tantos símbolos? ¿A qué sinagoga acuden las velas de tu espíritu? Si yo te preguntara por qué no somos nada, con qué vegetal responderías. Con qué veneno.
No has estado en la muerte y yo te creo. Dime quién eres antes de acercarte más a mi corazón. Porque tú comes la fugacidad. Porque tú das sueño con libros a los muertos. Porque tú habitas los enjambres. Tú telegrafías la luz. Tú redactas el tiempo y transcribes a mano las lunas llenas.
No has bajado a la muerte, pero te creo.
La vida tiene muerte.
Hay que ser muy hombre, Antonio.
Algo existe en tu nombre más inmenso que tú. Ése eres tú, Antonio, hombre. Hombre con Hombre de poeta.
(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Una realidad aparte
Cuadernos FÍBULA de poesía
Avilés, 2005
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI