Siempre traían sombrilla


Siempre traían sombrilla
y maletas y perchas y los coches
muy limpios.
Veraneantes puntuales como junio.
Entraban en la casa, abrían
los balcones,
sacudían las colchas
y enseguida se iban a tomar el vermú
con un aperitivo
           -qué palabras más raras-
y a jugar al parchís, a la sombra,
debajo de la parra.
Los muchachos comían, ansiosos,
gran parte de los días
en mi casa,
preguntando por qué había tanta fruta
en nuestra mesa
y potas con comida,
si mi padre era un simple
conductor
del camión de la basura.
            -Y a mí qué me importaba!-.
A finales de agosto,
a mi madre le daban muchas veces
las gracias.
Un año me dejaron el pájaro
y la jaula.

El pueblo oscurecía muy temprano
y caía la lluvia.

Desprendía su humo la tristeza.
Calor. Tierra mojada.

Al alejarse, las bacas de los coches
apiladas de bultos y de magia.

Me quedaba el invierno.

Nací




Nací. Abrí los ojos.
Sentí la vida. Como un golpe
de luz. Vi muchas cosas.
Volví a mirar
y oscureció. Volví
la vista. Una estrella
caía.

Muy breve y dolorosa
me pareció su llama.

L'ultimu veranu



¿Alcuérdeste? Les andarines taben a puntu

marchar yá. Y entovía nun viniera nin siquiera

una gracha. Setiembre llegó fríu, cayó

una granizada. Fue l'añu que la vida

nos llevó tantes coses. Fue l'ultimu

veranu que contiamos estrelles y baxamos

en bici a bucear a la rampla. Fue l'añu

en que la vida empezó a ser verdá.

Tardes de cal viva


De Incertis III


Quién sabe si nosotros

los que abrimos las puertas,

los que hacemos camino,

los que no caminamos,

los que vemos la luz,

los que sentimos libre,

mañana no alcanzamos

nuestra propia

distancia.



Si todo se tratara de un silencio,

una lenta tristeza

y un silencio

como cuando en la infancia

se alejaban los circos.



Si alguna tarde al pálido

perfume de la siega,

cuando el dorado sol de junio

alarga el día,

pagaremos el canto de los jilgueros

jóvenes,

que ya no volverán al volumen

del mundo.

Si alguna noche

baja

de la noche una

estrella

y a sus ojos los hombres

no somos más que frío.


Postulación

Dame tus manos, mar. Oríllame

a tus alas. Arrástrame a la luz.

Sedimenta tu sed sobre mi voz caduca.

Ahógame en el fondo de tu forma

sin ángulos. Déjame

concebir el agua, corporeizarme

en líquido;

sentir que no naufrago

ahora

siempre

por ahora

y

para siempre.



Dame tus alas, mar. Abrázame

en tu hondura, alístame

en tus olas.



Aquí en la tierra no es libre ya ni el viento.

Sólo conozco

-ahora

siempre

por ahora-

la deriva.


Tarde encendida

No es sólo lo que ves. Hay mucho más. Detrás de cada línea vive la espera.

Quien te ofrece este gesto vio la tarde encendida y pensó que tal vez, al trasluz de sus dudas, pudieras asomarte a la belleza.

Sobre cada espiral fluye un deseo. Al borde del azul duerme la esencia.

C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: The Refugee's theme. E. Karaindrou
2012

Ruinas son la memoria



Ruinas son la memoria.

Aquí florecían tempranos
los sanjuanes
y se echaban al sol
lagartos verdes.

Por aquí se llegaba
hasta uno mismo, muy
pronto, caminando.

A cada instante soy,
he sido
bastante más pasado
que futuro o presente.

Como tantos caminos
que se fueron cerrando.
 

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