Aquella gaviota que se llamó promesa


Alguien ha vaciado el mar
Pascual Izquierdo


Aquella gaviota que se llamó promesa

y aquel embarcadero de ojos azules.

Toda mi vida:

un niño que recitaba el barro de memoria,

un pueblo que se quedó nevado de tristeza,

unos seres que fueron emigrando del frío,

una estrella sin gas en los muelles del alma.

Vuestra voz tiene acento de laurel




Vuestra voz tiene acento de laurel,

decidme dónde habéis estado tanto tiempo,

por qué no regresasteis a la hora de la siesta,

por qué no estáis aquí vendimiando mis dudas.

La noche es muy inmensa para encontrarse solo.

Aquí está vuestra casa de campo abandonada.

Vuestro perro pastor que se enrolla en sí mismo

y da vueltas y llora.

Decidme dónde andáis para haceros llegar unos abrazos

y unas deudas y un pan y unos limones.

Sucede que mis manos ya no pueden arar vuestro recuerdo

y la vida me huele a humedad y a cerrado.

Volverás en verano




Volverás en verano

y encalaremos juntos la fachada del tiempo.

Aquí todo envejece a ritmo campesino

y te echamos de menos cuando tus rosas

revientan como un tiro de sangre.

Todos los días del año son los más oportunos

para añorar al ser que nos ha abandonado.

Pero tú volverás;

yo sé que te apetece escuchar las rodadas

de la infancia entre la manzanilla;

yo sé que tienes ganas de entender

qué dicen las gaviotas cuando rompen el sol a picotazos;

pero tú volverás

porque han puesto autobús para llegar al nunca,

porque el pueblo se queda poco a poco,

porque quiero cambiarte unos cromos del llanto,

porque te necesito para labrar el frío.

Volverás a esa hora temprano

y los niños irán ya a la escuela en pantalones cortos

y te diré en secreto por qué cantan los gallos

y te llenaré un libro del olor de las cuadras.

Volverás porque, a veces, si nos falta algún rostro

el pasado es reciente a cada siempre.

A veces la tristeza




A veces la tristeza te espera en cualquier

sitio

y hay que creer en algo.

Hemos venido a ser felices por encima de

todo,

a perder unos seres y formar una casa,

a envejecer un árbol y madurar un fruto,

a decir un adiós y escribir una carta.

Tus crisantemos crecen al abrigo de octubre



Tus crisantemos crecen al abrigo de octubre

y en una pota vieja te he plantado un narciso.

Cuando vengas, el pozo será un naufragio de hojas

que limpiaremos juntos en la tarde del sábado.

No quisiera decirte las noticias que tengo de unos amigos tuyos

ni entregarte una carta que te escribe el recuerdo.

Cuando vengas, el frío hablará por la noche desesperadamente

y estarán ya maduros el dolor y los higos.

Esta noche en el viento




Esta noche en el viento
están hablando todos los seres de la muerte.
Esta noche en el viento
hay un baile de pájaros inacabado.
Esta noche en el viento
las vidrieras del alma se derrumban.
Esta noche en el viento
han venido los árboles a deshojar la fiebre.
Esta noche en el viento
nadie sabe su nombre ni conoce su sitio.
Esta noche en el viento
han pasado cien años como un sueño.

Los labradores cantan con voz de vino dulce



Los labradores cantan con voz de vino dulce
algo muy parecido a nuestra infancia.
La grana de la ausencia empieza a desbordarse
sobre el muro
de estas largas tardes de cal viva.
Jamás podrán los hombres arrancarse su sangre
ni romper el espacio de las primeras manos
ni detener los barcos que parten con el tiempo.
Los labradores cantan y oscurece otro día
por detrás de los árboles.

Si los muertos vinieran



Si los muertos vinieran
no encontrarían su casa
ni su luz encendida
ni a su gato
ni a su higuera fiel
ni su naranjo.
Si de nuevo volvieran
no encontrarían su puerta
ni sus aparadores
ni sus viejos retratos
ni sus paredes húmedas
ni su ropa.
Si los muertos vinieran
decidles solamente la palabra
distancia.

Nuestro pasado se escucha a través de las uvas


Nuestro pasado se escucha a través de las uvas
y de este pueblo roto al que una gaviota solamente
viene de tarde en tarde.
Soy el antepasado de aquel espantapájaros que se quedó mirándome
donde el tiempo se para a picotear sus plumas.
Estas tierras están cosechando los niños que jugaron conmigo
y volverán muy pronto con sonrisa de musgo y sandalias de cuero.
Venid, quiero deciros cuántas horas se tarda en olvidar un nombre.
Venid, quiero enseñaros la muela que tritura el grano de la vida.
Venid, hace buen tiempo para sacar al sol las dudas, los abrigos,
el silencio, los cuartos.

(Para Gelinos)

De tarde en tarde



De tarde en tarde quiero que vengas
a decirme algo,
por ejemplo, que existes y sabes que existimos,
que la vida no es todo tirar hacia delante
sin pararse a pensar
eso que ya no somos ni seremos ni hemos sido.
Porque ¿a veces no te ocurre
que has sentido una voz, un rostro, un gesto
y se te abren los brazos... y es el recuerdo?
¿Conocías a José, Rosario, Inés..? Se han muerto.
Tampoco están, tampoco,
ni Gruñón, ni el silencio amarillo de tus dalias,
y el mar desde tu casa se ve un poco más viejo.
También yo he envejecido:
mi voz, mi andar, mi cuerpo...
Pero la vida es esto, ya se sabe:
soñar que hay siempre tiempo
para olvidar que uno puede ser atrapado en el intento.

(Para Mª Sol, desde su pueblo)

Vista desde aquí la vida tiene un puerto



Vista desde aquí la vida tiene un puerto
y nuestras lanchas, amarradas al muelle,
atardecen bajo un día cualquiera.
Por qué sufrimos,
si a esta hora se encienden las luces
en los pueblos
y los hogares empiezan a cerrarse melancólicos.
Por qué, si las estrellas están
tan apacibles como siempre
y un grillo va enroscando el sueño entre la noche
y un borracho da tumbos vida atrás
y una mujer recoge la colada
y un niño va feliz con su pelota
y dios amasa mundo en sus molinos.
Por qué sufrimos
si mañana está siempre tan lejos de tan cerca
y no sabemos nada de nosotros
y nunca escudriñamos nuestra historia
y nadie nos ha escrito todavía.
Por qué sufrimos
si sólo es nuestro todo mientras no lo perdemos
y amamos cada cosa para no estar
tan solos.
Por qué, por qué sufrimos,
si hemos venido aquí por no ir a ningún sitio,
para encontrar un rostro que vaya encariñándonos,
para coger un tiempo que vaya entreteniéndonos.
Por qué, por qué sufrimos
si cada hora que acaba nunca vuelve
y cada adiós empaña una ventana
y cada nombre se hunde en un olvido
y cada olvido sangra tantas llagas.

Vista desde aquí la vida tiene un faro
con una luz eterna
que llega y mira y pasa.

Dile al faro



Dile al faro
que nuestra barca ha muerto,
que ocupen nuestra roca otros dos
jóvenes
y que todas las tardes
la arena tenga huellas parando las
mareas.
Lo siento de veras, pero tengo que irme
hacia la tierra adentro de los míos.

Miraremos atrás


Miraremos atrás
y cuando estemos a la altura
del recuerdo,
habrá gaviotas planeando
el mar donde fuimos como un niño
de arena;
habrá un pueblo descrito con cal viva
y un camino hacia el verano. Diremos adiós
y empezará el atardecer a respirar
en los jazmines.


Tenía que deciros



Tenía que deciros
que mi vida limita al norte
con los nombres propios de unos seres
que han vendido sus tierras
y se han ido.
El resto de mi geografía
da al mar y a las gaviotas
y a la conciencia donde naufrago inexorablemente.




Esparce mis cenizas



Esparce mis cenizas
frente al mar de mi casa
a esa hora en que el recuerdo
puede ser la gaviota sobrevolando frágil.

Recuérdale a la vida



Recuérdale a la vida

que hemos estado juntos,

que teníamos una casa

rodeada de hortensias

un perro y unos árboles

que no sabrán estar eternamente solos.

Recuérdale a la vida

que ha de acercarse aquí alguna tarde

a podar nuestra ausencia,

a recoger tu ropa,

a deshojar la sed de nuestro pozo.


Recuérdale a la vida

que hemos querido tanto aquellas cosas

y lo dejamos todo.

Si fuéramos chiquillos



Si fuéramos chiquillos
te preguntaría
por qué letra empieza tu tristeza.

Acaso nos hemos confundido


Acaso nos hemos confundido
y la felicidad sea un perfume
                                           inacabado.
Vida mía, todo envejece como tu piel
y nadie llora.
Mira, mira los árboles y los pájaros
y el mar y los andenes
y esta casa entrañable que nos cubre.
Mira la droga de los dioses y los olimpos
de la nieve. Hemos dejado atrás, sencillamente,
                                               todo lo que nos va dejando.
Y es que la vida es así de rápida.
Como un viaje a las rosas. Sí,
es verdad que estás vieja toda tú:
aliento tacto mirada pelo. Pero nada me importa
mientras sigas aquí
y nos demos calor en las tardes de frío;
aunque ya nadie esté que pueda conocernos
ni sepa nuestros nombres.
Sí, es cierto que esta noche
preguntarse a uno mismo a qué habremos venido
resulta un desaliento.
Es cara la felicidad, amada mía,
tan imposible que a veces
apetece bailar hacia la muerte girando en el orgullo.
Pero aquí vamos, muriendo lentamente pero juntos.
                                                         Juntos sobre todo.
Y tus geranios quedarán siempre a la puerta
y a nuestra higuera vendrán siempre los pájaros
y a nuestro domicilio llegarán cartas como otoños.
                                      Todo lo mío- tuyo, todo deshojado.


No puede terminarse todo aquí


No puede terminarse todo aquí.

Dime que no. Que tendré un momento para verte

de nuevo,

para conocerte de nuevo,

para vivirte de nuevo.

Dime que volverás, que nos encontraremos

bajo esta misma tarde

y buscaremos otra vez donde techarnos

y miraremos detrás de unos cristales

y encenderemos el alma hasta la noche.

Dime que no es un viaje en vano el que hemos hecho

ni un viaje encaminado hacia la sola muerte.


A veces esta casa me entristece


A veces esta casa me entristece
cuando cae la noche.
Tus vestidos colgados en la percha,
esta silla con restos de tu cuerpo,
nuestra cama...
No sé por qué, amor mío, tengo el presentimiento
de estar amando en balde
o de comprarte un ramo de ahoras los fines de semana.
Vale más que dejemos de hacer nuestras las cosas,
de escribirnos las fechas
detrás de esos momentos en que somos felices,
de regalarnos libros.
Mismamente este cuarto me llena de abandono
cuando antes de dormir me das un beso
y me quedo mirando tus ojos que se apagan,
tus cuadros, estas fotos, tus zapatos mojados,
tu colección de botes de perfume.
Mismamente esta hora se me queda tan larga
cuando el tiempo es tan corto,
que empiezo a perder ya lo que aún no he perdido:
tu nombre pasajero, tus labios pasajeros,
tus collares, tus cartas, tus muecas, tu sitio.

Estos son los árboles de mi tristeza


Estos son los árboles de mi tristeza,
de donde a veces te traigo lilas
para que guardes entre las páginas
de nuestra historia.
Amor mío, me voy haciendo viejo como los bosques
como un camino que se cierra,
como un perfume que se derrite
como una carne llena de nidos.
Amárrame a la sombra y espera aquí conmigo,
porque antes de partir quisiera estar mirándote.


Quédate con mis libros


Quédate con mis libros
cuando yo no esté aquí.
Que en las tardes de lluvia
el griego es más hermoso todavía
y quiero que conozcas la lengua de los dioses
y el silbante dialecto del invierno.


 

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