I Nunca es puntual el tiempo


I

NUNCA es puntual el tiempo
para dejarnos solos y empezar a perdernos
en la espesura donde ya nadie se conoce.
Quiero estar aquí como la lluvia,
en vertical como el abismo.
Soy el amo de la soledad,
la cifra de la nieve, el inventor del cero.
Soy el conquistador de la humedad del agua.
Quiero instalarme aquí. Mis carabelas
están enamoradas de la ruta del sueño.

Vengo a ofreceros mi fe antes de que anochezca,
a entregaros mi historia rural como el ganado,
a colgar un refrán de vuestro cuello
y deciros mi vida. Vengo del Norte,
de una noche dormida en los castaños,
de una casa fresca como los vientres de las bodegas.

Mis recuerdos son vuestros desde ahora,
os ofrezco el perfume de los membrillos
envuelto entre las sábanas,
el rito cereal de las siestas de mayo,
el canto de los grillos, la sed de los limones.
Mis secretos son vuestros desde ahora,
os proveo de ojos manantiales,
de mitologías suaves para mecer las cunas,
de palabras-espiga para dorar lenguajes,
de caminos y charcos y atajos como infancias.

Antes de que anochezca,
he de plantar aquí la grana de unos ojos
que no deben cerrarse,
la fuerza de unas manos que abrazan como muros,
la voz tradicional de la boca del barro,
los frondosos suspiros de la menta.

Ven a recibirme con tu ajuar de deseos
y viviremos cerrados bajo la biografía de la niebla,
en el exilio de los faros.

Te adornaré las horas con laureles romanos
alrededor de casa,
te diré que los dioses duermen en los jazmines
desde el último eclipse,
te vaciaré el volcán que supura en la boca de los siglos
y haremos un paisaje que brote nuestros nombres
en sus tierras.

Nunca es puntual la lágrima para llorar el humo
que se escapa de un alma que se enciende
y crepita en los leños que tabican la puerta del olvido.
Aquí seremos libres como el atardecer de los pastores
y la sonora estación del queso fresco.

Seremos más que libres
y pondrás tus sospechas a curar al aire puro.
Ahora di que sí, solamente que sí
como hacen nuestros árboles al entregar el fruto
o admiten nuestros perros al robar su camada.

Quedaremos
y pintaremos el cielo de cal viva y tendrás una estrella
preferida
y arrendaré una fuente a nuestras náyades
donde laves la ropa arrodillada con el lento jabón
de los crepúsculos.

Quedaremos y parirás con el dolor de las cosechas,
con esos gritos rojos con que se hace la sangre
y se pisan los mostos en las tribus del alma.

Quedaremos aquí,
definitivamente lejos de los ayeres desilusionados,
definitivamente cerca de las inmensas llanuras
por donde tendremos que partir
cuando caigan las nieves de nuestros ojos fríos.
Serás tú la heredera del rocío y de las lunas llenas,
tú la que cure con hierbas los dolores del mundo
y la que más entienda del vuelo de los pájaros
y el croar ensordecedor de las tristezas.

Quedaremos aquí,
definitivamente hundidos en el temblor del tiempo
y los helechos,
definitivamente ocultos bajo las primitivas
capas del espacio,
definitivamente así como la muerte.

(C) Aurelio González Ovies
Realización: María García Esperón
Música: Le Disque du Temps et de l'instant
Jordi Savall, Montserrat Figueras
2010

III Yo soy el mensajero de los atardeceres


III

YO soy el mensajero de los atardeceres,
de las horas granates que apiñan las frambuesas.
Soy la hora que nunca regresará a su sitio.
Soy el conquistador. Soy el atardecer. Vengo del Norte.

El ganado está manso como un pantano de oro
porque el mundo es pastor en esta orilla
desde hace muchos siglos,
yo lo vi merendar manteca y miel silvestre.
Algún día tendremos una casa,
algún día seremos dueños de una pomarada
donde la eternidad despierte con los gallos
y te ayude a peinar a nuestros dos mil hijos.

Vengo del Norte como la blanda niebla
que masticáis vosotros en las bodas del viento,
como el rostro moreno de la brea con que encendéis
los libros de la noche,
como las golondrinas que escapan de las cuadras
al reventar la seta del otoño.

Ella llora porque ha dejado atrás una cruz de violetas
encima de su raza,
porque sabe que aquí ahorcará su memoria
en esta lluvia de árboles que no hubieran nacido.

Los pastos están rotos,
pero traigo un arado con los dedos de un dios
que arañarán la tierra hasta tocar los huesos del primer
enterrado.
Ella rota un molino cada vez que me mira
para pedirme amor entre la hierba alta,
cada vez que me sube a los graneros donde la voz
deposita su harina indescifrable.

Os traigo una noticia envuelta con hojas de castaño,
una noticia fresca
que necesita tiempo debajo del estiércol,
pero será tan grata como la novia nueva
que grita cuando rompen su blanca idolatría.
Ayudadnos a descargar nuestra carreta;
que ella se pose despacio
como una edad que acaba de romperse las piernas
y necesita esclavos para bajar la vida.

Veo que está la noche cantando como un grillo
y que vuestras esposas han encendido el fuego.
Podéis iros,
que el vino sólo tiene un momento como las decisiones.
Mañana volveremos a vernos
cuando el rocío enmarque cristales a otro día
y amanezca de nuevo la palabra distancia.

IV En tus dominios las horas surgen de la nata


IV

EN tus dominios las horas surgen de la nata,
de los campanarios del deshielo, del alma de la leche.
Esta es la estación de las promesas,
el mes por donde cruzan los afluentes del tiempo
y donde cogen agua las almas sin oficio.
No tengas miedo; la eternidad es húmeda
como los besos tiernos de una boca inundada.

Deja aquí nuestras cosas,
esta es la temporada de frutos deliciosos,
de américas y tangos maduros de coraje.
Deberías ponerte este pañuelo para pisar la vida
que palpita en las uvas
y viajar a la siega de nombres imposibles.
Canta como si hubieras estado muchas veces enamorada
del verano,
como si hubieras ido muchas tardes a las tradicionales
danzas de las espigas,
como si hubieras nacido para morir en una vieja mina
de amapolas.

Estas tierras han sido reservadas para el más allá
de los desesperados.
Por aquí han pasado muchos otros a preguntar a dios
cuántos pasos nos quedan al destino.
No tengas miedo; come unas bayas de esa esperanza roja
de la sangre del mundo;
prométeme, prométeme. Esta es la estación de las promesas:
de decir que estás acostumbrándote a no llevar la carne,
de empezar a ser un girasol de cicatrices,
de celebrar el llanto de la Naturaleza.

La mentira está dentro de todos los arbustos,
de todos estos seres que han echado raíces
sobre sus propias sombras,
pero tú necesitas una droga de barro,
un tallo de papiro que conserve los signos
de tu belleza acuática.

Aquí las horas no dejarán huella en tu mirada
porque las horas surgen de la leche que ordeñan los
montañeros,
de las ubres hinchadas de una madre parida.
Yo te prometo ser el campesino de todos tus dominios,
la voz que te detenga la lluvia y el granizo
cuando estén en flor aún los cerezos dispersos por tus labios;

Esta es la estación de las promesas,
el tiempo en que la tierra se abre como los sexos insaciables,
es la estación más larga de la vida.

V Hoy tienes en el alma noche de luna llena


V

HOY tienes en el alma noche de luna llena,
tu eternidad aúlla detrás del pensamiento,
en las dunas del dolor que hemos dejado atrás
para llegar aquí y estar tan solos.
Encargaré a los pinos que lacren tu conciencia
con resina salvaje,
y entenderás el llanto de los lobos,
los frágiles dialectos de los copos de nieve.

Serás la reina aquí. Serás la enredadera que suba
por el tronco de mis árboles,
serás la milenrama que busquen los enfermos de esperanza.

Vengo del Norte,
de donde las sirenas siguen llamando a Ulises,
de donde los recuerdos se borran con la lluvia,
de donde los destinos se reman con los brazos muy abiertos.
Ella viene conmigo
para daros a luz una provincia de perfumes.
Ella trae las cenizas del gélido nordeste.
Vengo del Norte,
a encender las luciérnagas de vuestra soledad,
a tatuaros la piel con el rumor de los enjambres.
Mi silencio revienta como la pasión de las legumbres.

Aquí extenderemos las paredes de nuestro nuevo mundo
y ella tendrá un estanque y un sueño de pizarra
y unos ojos azules como los dioses áticos.
Quiero que la felicidad desprenda la fragancia
de los albaricoques
y se siente a morir cada tarde un momento.
Si me miráis así seré un poco más viejo que la tierra,
porque vuestras pupilas giran con el vapor de las embarcaciones
en que navegan los antepasados.
Ella tiene dos pueblos hundidos en el alma
y en noches como ésta habla con el acento de los pantanos;
lleva en el corazón un campanario
para que nunca más estéis tan apartados de las golondrinas
y sepáis la hora por su tristeza románica.

Vengo del Norte,
de una aldea tranquila donde la muerte viaja en un tren
de carbón,
de la llamada azul de los afiladores,
de una granja apartada de todos los destinos.

VI Desde las ventanas de tu cuarto


VI

DESDE las ventanas de tu cuarto
verás esa llanura donde habitan los hombres
que no tienen a nadie,
esos seres que escancian la nostalgia en las cubas sin fondo
de la niebla.
Verás todos los faros de la mitología
y a todas las esposas que esperan el regreso de los barcos.

Ha llegado a tu piel la primavera, ha llegado la pascua
a los laureles de tu aliento;
tendrás que bendecir estos terrenos
con la oración que traes escrita en el cansancio.
Ha llegado el momento de que pintes las flores
con el betún reciente de tu lengua materna
y pongas a los sauces a llorar para siempre.
Te nombrarán la dueña del espacio silvestre,
la artesana del polen,
la molinera azul de todos los panales
y cada abril que venga te pedirá permiso
para hacer el amor sobre la tierra.

Aquí serás feliz yéndote con las fuentes a conocer
lo efímero,
a comer fresas ácidas a los ocasos,
a bailar en las fiestas que hacen los campesinos.
Serás feliz y hermosa
y verterás dolor al tinte de las malvas
y llevarás pendientes como los manantiales
y te deshojarás toda en noviembre.

Estaremos tan sanos que en cada aniversario
la edad no llegará porque habrá nieve
y pasarán los años con el retraso de las indecisiones.

Desde las ventanas de tu cuarto
verás la enredadera de la costumbre trepando vida arriba
y no echarás de menos tu estancia en otra parte.
Jamás serán los días un eco indiferente
de las agrias campanas de los abutilones.
Quedaremos aquí,
apoyados en estos corredores donde cura el futuro.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Ludovico Einaudi
MMX

VII En tus manos los pueblos se verán a lo lejos


VII

EN tus manos los pueblos se verán a lo lejos
como un olvido entero de luciérnagas
y pasarán los trenes por los márgenes rubios
de tus ojos
y se irán los pasajeros de tus lágrimas.
Vengo del Norte,
ella es hija de un humilde sereno
que vigila las calles de la conciencia,
ella trae la sabiduría de cultivar crisálidas
sobre los multiformes pétalos del alma.

Necesitaré un río para cruzar a las comarcas
donde se compra el grito de la felicidad eterna,
necesitaré una mano que bote las voluntades
río abajo,
necesitaré una corriente favorable a los deseos
y un puñado de brisa que apriete las edades.
Ella se quedará aquí consolando a la ribera,
protegiendo el capullo de la vida,
devanando los imperceptibles hilos de la existencia diaria.

Me iré con la última luna del invierno
y volveré enseguida;
volveré con la fluorescencia del verano,
con el saúco mágico del que comen los príncipes,
con la genciana donde se tiñen los crepúsculos.
Volveré con el azahar nupcial donde la libertad es virgen
siempre.

Esperad en vuestros puestos,
detrás de este paisaje de voz medicinal
donde la muerte no tiene aniversarios todavía.
Esperad sabiendo que regresaré muy pronto
y que ella estará en medio de vosotros como un estambre fiel,
como una catarata de respeto.

Vengo del Norte,
me mandan los patrones de la melancolía,
me mandan los barqueros de lo inolvidable,
los sabios cirujanos de las desilusiones,
los curtidos carabineros del ensueño.

(Para César y Ana)

VIII Yo no sabía que aquí mirabais el mundo


VIII

YO no sabía que aquí mirabais el mundo
con los ojos cerrados,
que amabais las cosas con tanto desenfreno,
no sabía nada de vosotros ni de este continente
al que llegamos siguiendo el curso del olvido.

Vengo del Norte,
de los acantilados de un destierro,
de los muelles que esperan la ternura,
de las mareas del último suspiro.
Ella quiere pediros una estrella fugaz para amarrarse
el pelo;
está cansada y ha venido mirando atrás
como los que no vuelven.
Mañana se verá en las aguas y quedará preñada
de las profundidades; mañana, siempre mañana
como hacen las promesas.

Vengo del Norte,
de la edad retorcida de las viñas,
de los poblados rústicos del vértigo,
del alarido febril del urogallo.
Desde ahora poseeréis el delirio de arcilla
que retumba en el vientre de la cerámica,
poseeréis la fuga de las olas, el verbo de la espuma.
Desde ahora beberéis el jugo del pomelo
y plegaréis la simetría del alma en los moluscos
y llevaréis sombreros como los que vendimian
las llanuras del alma.

Yo no sabía que aquí entendíais la prisa de los ríos
y cruzabais la historia en balsas de corteza.
No sabía nada ni de vuestros frutales afrodisíacos
ni de vuestras mujeres migratorias.

Vengo del Norte,
de donde lloran las abuelas cuando suenan las gaitas,
de las escapatorias de los topos,
de las minas saladas de las lágrimas,
de la beatitud que fermenta en los hórreos.
Soy prisionero del salitre. ¿Por qué no preguntáis
cuántos naufragios tengo?
Puedo responderos con una nube.

Ella viene conmigo y en los días bisiestos
la amaré con dos bocas.
Ella es la amada que vieron los pescadores en las afueras
de la niebla.
Ella es la heredera de los faros,
la última gitana de la estirpe del llanto.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del norte
María García Esperón desde el Centro Ceremonial de Cuicuilco, México. Al fondo, los volcanes nevados: la Mujer Blanca y La Montaña que Humea
MMX

IX En las viejas miradas la luna canta tangos


IX

EN las viejas miradas la luna canta tangos.
Soy el antepasado de los que me suceden,
soy un gitano oriundo de la flor de la pena,
soy el giro ancestral de la rueda del carro.
Soy un camino errante. Vengo del Norte.

He traído a mis muertos para que vuestros campos
germinen la promesa,
y ha venido la sangre a llover esta tarde
para que aquí reviente nuestra estirpe
con la fecundidad de los volcanes.
Soy el grisú que flota en las bocas ajenas,
soy el túnel que desemboca en la desesperanza,
soy el marzo que apunta en la rama del verso,
soy el corresponsal de las hogueras.
Vengo del Norte,
de la escritura cuneiforme del acebo,
de los funerales de la agricultura,
de la enorme tristeza con que se aleja el oso,
de la genealogía del pan de leña.
Ella viene conmigo porque es fértil
y amamanta a las mulas;
ella es la pregunta carnosa que rellena los frutos.
Algún día entenderéis por qué la quiero
y por qué come el polvo que levanta el futuro.

Tendremos una casa
y vendrán a cocer pan vuestras mujeres;
tendremos un establo y volverán los gritos de las fraguas.
Yo soy de un domicilio rural como la niebla,
soy el rompeolas de la edad tempestuosa,
soy el deseo marítimo de los de tierra adentro,
soy el invertebrado. Vengo del Norte.

No conocéis el viento ni sus silbidos rubios
cuando el bambú se seca.
Yo os traigo miradas viejas,
ojos parados en el solsticio.
Os traigo la luna en una jaula de lágrimas.
En las miradas viejas la luna enciende tangos.

Vengo del Norte,
del cazador furtivo de los páramos,
del relincho huérfano del asturcón,
de los caserones dorados del poniente.
Ella tuvo un reino detrás de la distancia
y descifra los signos de los que nunca llegan;
ella habla dos mil lenguas como los ojos
y redacta los fósiles de la memoria.

Quedaremos aquí,
donde el humo regresa al fuego,
donde la eternidad no bautiza a sus huéspedes,
donde los dioses son salvajes,
donde la verdad cierra al crepúsculo.
Quedaremos aquí y ella estará orgullosa

como el ave que oculta a los polluelos
debajo de su vuelo.
Quedaremos aquí definitivamente cerca del origen del agua.



(C) Aurelio González Ovies (España)
Vengo del Norte
Voz: Susana Peiró (Argentina)
Imágenes: Tango. Pasión en blanco y negro. www.terra.com.es.
Buenos Aires antiguo http://buenosairesantiguo.ar
Música: Operita María de Buenos Aires. Astor Piazzolla.
MMX

X Las madreselvas tienen vuestro mismo carácter


X

LAS madreselvas tienen vuestro mismo carácter,
vuestra misma bondad al trepar los abrazos,
vuestro mismo dialecto de palabras en ruinas.

Hay algo aquí parecido a la muerte,
tal vez esa nostalgia de sospechar que estamos
muy lejos de nosotros,
acaso ese susurro de los remordimientos,
quizá esa triste luna que ya no tiene pelo.

Vuestros cuerpos evocan la gran soberanía
de los que saben poco,
de los que no conocen más que aquello que tienen,
de los que dan la vida por amor a los suyos.
He venido a compraros la libertad del pájaro,
el alcance del águila;
he venido a poneros en hora los cuclillos,
a subiros los árboles casi cien años,
a humedecer la tierra con que engañáis el hambre.

Vengo del Norte,
del érase una vez del cuento de la vida,
de la paciencia mineral de la montaña,
del nerviosismo transparente de las libélulas,
de los bueyes que tiran del esfuerzo.

Ella viene cantando una canción de amor
que cantaba su madre,
habla de una muchacha que recibe gardenias. Vengo
del Norte
como la duda, como el conjuro.
Vengo del Norte como la orientación de las madreselvas.

Me envían los alquimistas de la brea,
la política de los castaños,
los cabreros del alba,
los números silvestres.

Os traigo vino dulce y pan de higo
y una puesta de sol y unas gaviotas.

Hay algo aquí parecido al olor del infinito.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
MMX

XI En las tardes de agosto te llevaré a las grutas


XI

EN las tardes de agosto te llevaré a las grutas
donde el fresco gotea como los condenados.
Serás dichosa aquí,
alta como los pinos, desplomada
como los tejos.
Sangrarás todos los meses por la palabra hembra,
beberás la mentira de las generaciones,
encontrarás la hierba que intoxica la angustia,
manarás de ti misma la venganza.

Serás feliz aquí,
noble como la higuera, furibunda como los rayos
y verás a los tuyos cada vez que haya bruma.
Yo te levantaré molinos con los brazos
de quienes suplicaron decirte eternamente
adiós desde lejos;
yo te dibujaré los planos del olvido,
el camino redondo donde giran los muertos,
la muralla de gritos donde da vuelta el tiempo.

Tendrás las manos siempre abiertas
como el día,
los ojos encendidos como una primavera.
Serás feliz aquí, te lo prometo.
Os prometo a vosotros que ella no cesará
de labrar vuestras tierras de sueño
y conquistar las mieses en que dora el destino.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
Imágenes. Mixquic (Tláhuac) México
MMX

XII Por el sol es la hora de empezar a soñar


XII

POR el sol es la hora de empezar a soñar;
recoge los aperos de la vida,
la realidad aquí -ya te lo dije- tiene la tierra
seca, ha sido abandonada.

Nadie es verdad más que los muertos
a pesar de sus siglos.

Nos acostumbraremos a existir al revés
como la calumnia,
surgirás con el apetito de la envidia.

Olvidaremos todo lo que fuimos,
aunque nuestros padres lloren desde los astros;
y no tendremos nombre
para que nadie nos confunda desde ahora.
Nuestra casa estará rodeada de épocas,
de meses boreales.

Nos acostumbraremos a levantarnos pronto
para esperar el tiempo en otra parte
donde los labradores pongan la leche fresca
al borde del camino,
donde los trenes rompan la pereza del alba,
donde la primavera anide en los aleros de tu mirada
esdrújula.

Por el sol es la hora de deciros
que estoy enamorado
y que he venido aquí para dejar encinta a la geografía.
Vuestra historia me gusta porque baila desnuda
cuando llegan los huéspedes
y sus pechos morenos vibran infatigables.
Quedaremos aquí;
nos enseñaréis a pronunciar las sílabas del gozo,
a escribir las tablillas del deseo,
a conjugar la ley que nunca habéis violado,
a vivir sin el fugaz atuendo de los hombres.

Es tarde.
Las estrellas empiezan a salpicar la noche.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz:
María García Esperón
Imágenes: fotometraje de Pedro Páramo, Gabriel Figueroa, Google.
Música: L. Einaudi
MMX

XIII Desde el viento hasta aquí hay tantas leguas


XIII

Desde el viento hasta aquí hay tantas leguas
como a la capital del infinito.
Mi casa está muy lejos de los rumbos
y ya nadie la habita más que el tiempo.
Vengo desesperado;
esta es la soledad, mirad sus ojos
llenos de agua,
mirad sus manos de abandono.

No renunciéis jamás a vuestra sangre
porque moriréis rabiados como un perro.
Nunca veáis la envenenada piel de la conciencia.
Creed en ellos,
en los que os dieron leche
y quedaron escuálidos,
en los que os dieron voz
y se quedaron mudos,
en los que os dieron pan
y no comieron,
en los que al veros felices se fueron alejando.
Creed en ellos
y no escupáis nunca encima de sus nombres.

Vengo del norte,
de la isla de los desaparecidos,
de la locomotora del olvido,
de los abedules de la melancolía,
de los antepasados del saúco.

No tengo nada más que una experiencia en flor
que nevará enseguida
y una voz en plural como los ecos.
Ayudadme a sujetar las uñas de mi vida
y a descargar las dudas que me arañan.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte 
Voz: María García Esperón
Imágenes: Google. AGO
MMXI

XIV Amárrate el pañuelo como en los días pasados


XIV

AMÁRRATE el pañuelo como en los días pasados,
para que nadie ignore nuestro origen
y canta la corriente del río hasta que el sol
se oculte.
Somos los campesinos de la aurora,
los habitantes del poblado que da forma a la lluvia,
los dueños del aliento de la leche
y la frescura femenina de los cántaros.

Es tiempo de sembrar la voz que falta,
es tiempo de enterrar el hambre para siempre,
es tiempo de cocer el barro que nos hunde
en la memoria.
Ella podrá deciros los secretos del fuego
y la blanda leyenda del adobe.

Ella viene conmigo como la azul puntualidad
de las mareas
y romperá en espuma tan pronto como el beso.

Vengo del Norte,
de los brazos comidos de una generación enferma
como la misma muerte,
de las canteras del olvido,
de la simétrica antigüedad de los helechos.
Pero llego al fin,
con la esperanza tierna que apetece en los panes,
con el sabor a tierra que define los cuerpos,
con el escalofrío de la sangre.
Vuestras bocas reventadas
nunca más añorarán la gratitud del agua
ni el refrescante rumor de los cerezos.
Yo también sé cómo gritan las hembras
cuando paren criaturas malditas.
Llorad ahora. Ahora. Nunca os abandonaré,
nunca veréis a esos seres queridos
comidos por las moscas,
nunca estaréis tan solos como el suicidio.
Nunca. Mi palabra es promesa.

Vengo del Norte;
parece que fue ayer cuando caía el sol
en la cal de mi ausencia.


(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

XV Si me entregas tus tierras


XV

SI me entregas tus tierras
las fuentes dejarán que beba tu ganado
y una tarde, cada cien primaveras,
celebrarán tu nombre con albahaca y lluvia
los pobladores que no conoceremos.

Pídeme que te ofrezca mi sangre,
ruégame que robe los dialectos del agua,
oblígame a entregarte la edad del viento.
Si me ofrendas tus campos todo será tuyo
y nacerán las flores orientadas a ti
y los montes tendrán distinta perspectiva
y las aves un vuelo sin frontera.

Estoy dispuesto a no volver al Norte
si firmamos la paz y enseñamos la mar a los desiertos,
la palabra a los bárbaros, el sol a los enfermos.
Aquí la muerte es una brisa
enamorada de tus pechos,
de las frágiles dunas del carácter humano.
Aquí la tierra posee la estatura de los sueños
y la sombra incapaz de la amargura.

Estoy dispuesto a no volver al Norte
para estampar los gestos de tu vejez anónima
en todos los espacios
y edificar santuarios donde viva la llama
de tus ojos abiertos.

Nunca regresaré ni hablaré del pasado
ni te reprocharé mi corazón sin dueño.
Pero quédate en mí, fuente, cometa, despertar,
únete a mi aliento, infinitud,
y respira conmigo
y toca con mis manos.
Todo podrá ser nuestro
sin distinción de género. La verdad
sabe ácima como el pan de los dioses,
a pesar de ser dulce.
Vendrán los peregrinos y tú, esfinge dolorida,
borrarás los caminos que no llegan,
pondrás todos los lugares aquí mismo,
responderás de luto como el tiempo.

Estoy dispuesto a no volver al Norte
y a llorar algún día recordando mi infancia
cuando ya estés dormida,
pero hagamos la paz y rompamos los nombres.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Ludovico Einaudi.
MMXI

XVI Solamente una tarde soñaremos sin rumbo


XVI

Fue dura la verdad como un arado
Pablo Neruda

SOLAMENTE una tarde soñaremos sin rumbo,
aunque soñar es fácil desde vuestra ternura.
Yo también quise ser y alcanzar tantas cosas
como vosotros mismos,
pero al final me tumbo a la sombra del hombre,
a la engañosa sombra de la vida.

Vengo del Norte
y canto la nostalgia de un verano que acaba,
de un pañuelo que dice adiós al horizonte,
de unos ojos que lloran cuando parten los barcos.
Por mi casa pasaban, al rayar la mañana,
pescadores morenos como la idolatría,
hombres con más salitre que el egoísmo del océano.

Soy recuerdo y soy faro
y soy costa que espera vuestros ágiles remos,
vuestro asomo de muelle, vuestra mirada libre.

Aquí merendaremos como en los viejos tiempos,
recordando las hembras que conocimos lejos
y perdieron su fe por el amor de un día.
Beberemos hasta que no sepamos la causa de la noche,
hasta que nos apene nuestro ser miserable
y escupamos el miedo que llevamos a cuestas.

Es muy fácil soñar lo que nunca seremos,
lo que, a pesar de todo, hemos perdido.
Pero es corto el camino, duro como el arado.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI

XVII Hoy estarán los dioses maldiciendo su nombre


XVII

HOY estarán los dioses maldiciendo su nombre.
Hemos aprovechado la media noche
para salir del mito a oscuras
como el pecado.
No tenemos nada. Nuestros cuerpos desnudos
y la palabra en fuga.

Venimos decididos a ser los habitantes
de las brújulas,
la huella interrogante de los desorientados,
la onda que delira en la fiebre del agua. Hoy estarán los dioses desangrando su nombre
y una estirpe sin ojos surgirá de la lluvia.
Desde entonces veréis solamente lo incierto.

Vengo del Norte,
de la recolección de los fracasos,
de la prisa milenaria de la aurora,
de las desilusiones del poniente.

Si nos dais cobijo,
ella tendrá el augurio de las constelaciones,
será la mujerluna de la palabra cielo,
guardará la orfandad de la palabra alma.

Quisiéramos quedarnos en este amor vallado,
acariciar la vida templados como un clima;
quisiéramos amarnos al norte de la bruma
y dormir unos siglos en vuestros lechos blandos

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

XVIII Vuestra mirada es dulce como la edad del mosto


XVIII

VUESTRA mirada es dulce como la edad del mosto,
pero tenéis el seco aliento de la tierra,
la voz más solitaria que el eco de los muertos.

Ella ha venido
para haceros salir de vuestras vidas
con la hierba que absorbe el sueño de los grillos.
Ella ha venido.
Sus manos son recuerdo de todo lo que tocan
y en su carácter viajan las gramíneas del sueño.

¡Ay de vosotros,
ay de vosotros!
Conocemos los libros de la vida,
los eternos volúmenes del tiempo, la juventud
del agua, la mocedad del frío;
somos ya veteranos como el poso del dulce rencor
de los fracasos,
indiferentes como los faros,
rutinarios como el asomo puntual de las estrellas.
Pero aquí está el final de los eclipses,
el verano más íntimo, la marea más dócil.

Os doy el movimiento de los siglos pasados
y el olor de las casas que se quedaron solas.
Os ofrezco la desnudez del grito,
la curtida protesta de nuestros labradores,
la amarga ley de los pomelos.

Hablaremos con manos ágiles,
con pies como raíces,
con templos si es preciso,
y quedarán palabras
subidas a las torres,
manzanos encendidos sobre la primavera,
caminos y montañas y estaciones de ida y promesas
de vuelta.

Vuestra sonrisa es fresca como las pomaradas
entre la amanecida;
buscaremos juntos la provincia ilegal
donde habita el destino en los meses de invierno.

Seremos uno
y necesariamente uno para evitar las guerras
o las sangrientas cifras que originan los pares.
Seremos uno
como la dirección en llama de los girasoles,
como la hidráulica pasión del oleaje,
como el inesperado brotar de la naturaleza.

Una voz, un alma, una palabra,
que es lo mismo que hablar de un hombre entero.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
2011

XIX La tristeza es redonda como un giro del mundo


XIX

LA tristeza es redonda como un giro del mundo
y envejece los cuerpos con su mirada viuda
y separa los nombres, las manos, los océanos.
La historia vive allí,
por aquella explanada de las flores del número,
aproximadamente encima de los muertos.

Algún día la lluvia desprenderá un olor tan azulado
como el ardor del fuego
y cambiarán los días de piel y habrá otra raza
al mando del silencio.
Yo sé que en esta brisa navegan los aromas
de nuestros entrañables amaneceres
en la isla del tiempo:
aquel perfume un poco a temblor de los fresnos,
un poco a infancia y a cuerpo apetecible y a pizarra.

Volverán otros trenes cargados de años nuevos,
de nieve reciente, de veranos,
de brumas adormecidas, de hierbas venenosas
y libélulas al borde de los años del agua.

Volverán otros pasajeros con el destino a cuestas
y sus hijos mamando y sus mujeres
con cántaros
y fuentes sobre su pelo negro.

Volverán otros emigrantes a levantar sus casas
encima del olvido,
ese país de fiebre donde todos los seres
hemos perdido a alguien.
Y otros segadores por entre el mediodía de la avena.
Y otras hilanderas buscando los umbrales
para tejer su hastío hacia la media tarde.
Y otros pescadores con sus conchas de voz
marítima y profunda.

Todo regresará, pero nunca lo mismo.
Por eso os decía que el mundo gira triste,
más triste a cada vuelta,
casi tan triste a veces como la misma lágrima.
Y la historia se empeña en gritar en voz alta
sus mentiras de adobe
y repetir sus rosas como estación de sangre.

 (A Cuca, Aurelio, Pablo y José, que volverán)

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

XX Aunque bajo la tierra


XX

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
Miguel Hernández

ALGÚN día se posarán los pájaros a cantar
en tus brazos,
a descubrir que somos los náufragos del tiempo,
los herederos de una canción de amor
que se escuchaba en las brumas del norte.

Esta es la última primavera que estaremos juntos,
ésta es la última parada que precede al recuerdo,
éste es el tren que sale de la vida
a cada siempre en punto,
ésta es la noche que nos queda para romper en hijos.

Te irás y yo me iré,
pero te llevaré, te llevaré conmigo,
te enterraré conmigo a la sombra de un roble
milenario
y allí tendrás pastores que cuiden tus cenizas
y verás la oquedad montañas
y te despertarán los gallos de los dioses.
Todos los lenguajes quedarán sin tu nombre
y entonces las palabras brotarán en los prados
y arrancarán tus sílabas deshojando te quieros.
Hay alguien en el viento que recoge tu semen
y lo esparce a lo lejos. Hay alguien
que prohíbe tu mortal hermosura.

Te irás como una hora de labranza
dejando surcos llenos y un retorno.
Te irás como un camino hacia las estaciones.

Has sido tantas cosas que quedarán vacíos los sonidos
y morirán los números.
Pero estarás conmigo,
te encontraré un paisaje donde tus ojos crean
que la muerte es la vida en otra parte
con el mismo manzano, la misma casa al norte,
los mismos rostros gratos y el mismo perro.

Algún día los ríos terminarán enteros en tu boca
y molerás de nuevo esa nostalgia que madura en agosto
entorno a los maíces y a las romerías.
Tendrás jóvenes llenos de salud
que adorarán el árbol y encenderán sus fuerzas
en las paganas noches de solsticio.
Tendrás enamorados
y bueyes que carreten su ajuar a otro destino
y bosques silenciosos
y casas encaladas con sus cuadras, su estiércol
y su niño comiendo el primer bocadillo.

Te llevaré conmigo
a una lluvia que caiga sin rozar los balcones
a que se asoma el tiempo
para decir el nombre del que ha sido elegido;
a una noche estrellada
donde sobren los faros y te vean los barcos
desde la lontananza.

Esta es la última vez que te veo llorar
sobre la historia.

(A quienes quiero, ellos lo saben)

Lejanos agostos


Qué vergüenza decir que nuestros padres

trabajaban el campo,

cuando nos preguntaban de quién éramos hijos

y qué curso estudiábamos.

El pueblo se llenaba de vacíos veraneantes

con dinero

que nos daban galletas de marcas extranjeras

por jugar con sus niños, pálidos y amedrentados,

y enseñarles un árbol

                               o una hormiga.

‘Somos hijos, señora…

(Somos de esa mujer que canta,

del hombre que la sigue tirando de una mula,

ya ve cómo nos sabe el corazón a monte y tierra…)’.

(De La Edad del saúco. 1987)

Lo que cabe en un nombre


(A Pepe, el de La Ribera, in memóriam)

Fue pronto, muy temprano. Pero tuvimos tiempo de despedirnos (lo de los funerales, puro trámite, como afirmabas tú muy a menudo). Me cogiste la mano y me pediste que te firmara un libro y te diera las gafas. Fue tan pronto que ni yo lo creía ni tú te lo esperabas. Pero hubo unas horas todavía y mientras recordamos aventuras y trances, yo medía lo mucho que cabe en un nombre, en cuánto te llevabas o se quedaba en mí, entre tu despedida y mi existencia.

La vida entera, la vida paso a paso, la cortedad del tiempo, la longitud del frío, las noches del verano, la playa de Bañugues, el fuego y la queimada, el sol sobre Moniello, las cunetas con cherva, los retos de la infancia, las fiestas de San Jorge, tu molino y la ñora, tu cara con las pecas, los domingos del Camping, tu casa en La Ribera.

Los años de instituto, tu vocación de escuela, la luz del Rompeolas, aquel viaje a los Lagos, tu apego a las hogueras. Los Stukas y Cuélebre, las romerías que hicimos, las obras de teatro, las carrozas, el Club, la iglesia vieja. Nuestra estancia en Santiago, las uvas de O Grobe, las vistas desde Vigo; las Cíes, la juventud, los sueños, la quietud de la ría y las mejilloneras.

Tu puerta abierta siempre, los sábados del Valpa, la época del Brumel y del Andros, el pop de Ricchi e Poveri, los días de los 80. La Marina, El Tomillos, Los Panchos y Mecano, las bravas, las mistelas. La colección de pósters, los guateques del Pósito, los primeros cassettes, las pandillas de siempre, las de los veraneantes. El brillo de la edad y las verbenas.

La lanchas y el cigarro, las risas con Maruja, las tardes con Teresa. La siesta tan sagrada. El olor del salitre y el tufo de la brea. El musgo de la rampa. La voz de las gaviotas. Las grandes caminatas. El Brisamar, las rocas del Fornón, la luna en Roballera, las brasas, las sardinas, las guitarras, alguna bronca que otra, algún enfado, algún capricho y muchas, muchas confidencias.

Cabe todo en un nombre. No somos más que un nombre. Tú estabas en la cama y yo pensaba: no puede ser tan rápido, no puede ser así. Pero así fue. Ahora estarás por siempre sobrevolando el turno de las horas, ceniza entre tu casa y las mareas.

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
Imágenes: AGO, José Manuel Lozano, Flickr
MMXI

Tardes de veranu



Cuántes tardes de xunu nos casamos...

Nun yera más que dir hasta la presa,

xurar que nos queríamos; que nun s'acabaríen

nin los nuesos deseos nin aquel veranu.

Y un día, colos filos brillantes de munches telarañes

enrestré-y un aniellu. Ella esparcióse polen

pelos güeyos. Y yo zarré los míos.

Xunu. Mil novecientos setenta y tantos.

Tamos vivos los dos.

Pero nunca enxamás volvimos atopanos.


(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva y brea
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

Miles gloriosus


Plaudite! Las cortinas se cierran
y ellos aplauden.
El Miles gloriosus ha terminado.
Y se levantan de sus sitios
y se van a su casa
comentando la escena en que el esclavo
hace a las cortesanas
proposiciones.
Cae la noche y se van
a sus casas.
Nosotros nos quedamos,
nos quitamos los trajes.
descolgamos los cuatro
motivos de la escena
y comentamos incidentes.
Hemos representado los papeles
lo mejor que pudimos
-les digo- y satisfechos,
mis alumnos se abrazan
y sonríen.
Tú has estado genial comiéndote
las flores
y tú, como una estatua.
Pero no captan la soledad que tengo
sobre mi propia máscara
ni aprecian que ellos son lo mismo
que yo he visto
año tras año:
máscaras.
Algunos no entienden la tristeza
todavía
y en su brillante juventud
piensan que todo es duradero,
que todo es verdad, al fin y al cabo:
esta unión, este instante
de amistad pasajera y nerviosismo.
Yo lo he visto año tras año,
me entristece
pero vale la pena que sea irrepetible.
Ha sido una hora y media
más intensa
que hora y media de vida.

(Gijón. Estreno en diciembre. 1995. Para Rebeca Minguito, que hoy me escribió unas palabras cariñosas, pasados quince años, 12 de marzo 2010).

Cada palabra


Soy el lenguaje. Tú eres mi lenguaje. Cada palabra nombra el universo que nos distancia. La palabra verano arrastra cascabeles y si pronuncio agosto surgen los pinares. Y Andalucía se escribe con palabras de cuerda. Yo soy la voz, tengo el lenguaje. Y cuando digo brea cantan los marineros, como con cartabón una niña comulga en una ermita.

Reminiscencia está con sus sílabas siempre en primavera y lugar tiene cardos y grillos y vergüenza.

Cada palabra nos suma al infinito. Y en cada nombre estamos singulares. Escribo trashumante y unos gitanos hacen noche en las lagunas de mi vida. Y en cinamomo escucho mi infancia emancipándose. Yo tengo voz, tú voz es mi lenguaje. Somos la diferencia de las cosas. En cada nombre habita un mundo inmenso, en cada nombre hay muerte y hay orígenes.

El verbo ser proviene de bengalas y en fármaco se acuesta la senectud de Sócrates.

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMX

Andrea


Desde hace años el mirlo canta de otra manera,

canta como buscándote sobre la luz de agosto,

canta como silbando tu nombre entre los árboles,

canta como extendiéndote por la naturaleza.

Desde hace años las rosas son más jóvenes,

más morenos los prunos, más niñas las hortensias.

Y parece que el blanco dulzor del cinamomo

te dedica su polen. Lo saben las abejas.

Parece que el verano deja de iluminarnos

tan pronto como cierra la azul adolescencia.

¿Por qué existe el dolor? ¿Qué sentido tendrá

soltar en el camino la mano que nos lleva?

¿Qué razón misteriosa será la que nos parte

en tan sólo un instante toda la vida entera?

¿Qué puerta inexplicable se abre para nosotros

cuando todas las puertas posibles se nos cierran?

Desde hace años, a veces, nunca sucede nada.

Ladra un perro a lo lejos, maduran las ciruelas,

vuelve a caer la nieve... ¿Valdría más ser humo?

¿Sentirá el fuego el peso y la herida de su ausencia?

¿A dónde irán los seres que dejan su hermosura

a punto de brotar? ¿A qué espacio, a qué tierra?

¿En qué explicación caben su voz y su futuro?

¿Cómo reconocerlos cuando se hacen estrella?

Desde hace años hay horas que trepan mundo arriba

con la misma esperanza que las enredaderas:

aferrarse aunque sea al vacío del aire,

con tal de abrazar aire y creer que nos besa.

¿Dónde guardar los sueños que dejaron intactos?

¿Dónde plegar su ropa para algún día olerla?

¿En qué rincón oculto de nuestros corazones

podremos tocar siempre su lejanía más cerca?

Desde hace años el tiempo se queda adormecido

con la luz encendida y la cena en la mesa.

Qué extraña realidad, Dios, nos posas en los ojos

que al volver a mirarla jamás es lo que era.

 (A Andrea, in memóriam)

Cuando la historia da fe de la grandeza, musicado por Rafa Lorenzo


Cuando la historia da fe de la grandeza
y la grandeza es lema de sí misma;
cuando la tierra es de tan noble raza
que se agruma con gesto de pepitas,
no hacen falta papel ni testimonio
que verifiquen lo que ve la vista.

Cuando el propio relieve se empeña
en defender los lindes de una villa,
y fueron tantos los pueblos y los reyes
que encastraron aquí su biografía,
con batear un poco tu pasado
destella tu prestancia todavía:

Ahí están tus mansiones señoriales,
los gloriosos escudos, las familias
que llevaron el nombre de Tineo
a lo largo y a lo ancho de la vida.
Ahí están tus parroquias artesanas
de tu estirpe vaqueira y campesina.

Y ahí tu empeño en seguir siendo Asturias
y en mantener tus casas encendidas;
y en conservar tu esencia y afamarla
aunque sea con 'tseite' y con nabizas.
Y en reafirmar las bases de tu dolmen:
la agricultura y la ganadería.

Por eso hay escritores que aún te escriben
y poetas que jamás te olvidan;
por eso hay pintores que aún te dibujan
y cantores que siempre te musican.
Porque eres de los grandes el segundo,
en ayer y en hoy y en geografía.

Texto: Aurelio González Ovies
Musicalización e interpretación: Rafa Lorenzo

La luz no entenderá


La luz no entenderá jamás
tu forma de tocarme
ni podrá descifrar quién dicta,
desde detrás de tus dedos,
esa lentitud de caricia
con que consigues separarme del cuerpo.

(C) Aurelio González Ovies
Versos para Ana sin número
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
MMXI

Soledades



Nace la soledad cuando, de espaldas al mundo, alcanzo lo que no distingo con la luz de la realidad, instalándome en situaciones sin síndrome de obediencia. Cuando sé que de todo lo que callo nada podría decirse de otra manera más que así, en solitario silencio de los signos, en apartada ausencia de objetos e imposiciones. Soledad que me aísla y me asoma a las asimetrías de lo incógnito, de donde surgen y considero los ambiguos proyectos del arte y las prefiguraciones de lo extraño, la extrañeza de lo común y la insignificancia de lo que nos espanta desde niños. Donde escucho vocablos desmedidos y resonancias catárquicas.

Necesito esa soledad que me permite querer a quienes así me aceptan y me respetan, con espacios donde me segrego del tú dominante, con propensión al egoísmo, e ingreso en mí mismo en busca de recursos que me rescatan de la sintaxis. Recorro aristas y desfiladeros de fiebre. Y entonces, soy y escribo y me agiganto: árbol toda la vida sobre la tierra pastor del páramo que rasga la escarcha con mastines de sombra no sueño apenas desde hace siglos para qué soñar mientras sobornan los jerarcas faro sobre la noche faro encendido para tan ingrato océano viento benévolo que no arrasas con todo desde que viento eres.

Esa soledad, como libertad pura, en la que se perciben riesgos de sobredosis, desprendimientos de los sentidos, pensamientos afines a la desaparición, pero también alivio, sosiego y tregua. Fuera del alcance de los atroces vasallajes, de las bridas tirantes de aquellos que entienden todo como una posesión, de las rozaduras de los yugos interesados o las llagas de la resignación y la obediencia. Solo, por voluntad y con el corazón insubordinado. Solo, sin dolor y con los espejismos de otras presencias posibles, de otras contingencias menos causales que la casualidad de un encuentro casual y una eterna costumbre.

No hablo de la soledad de los consorcios que carcome a oscuras dos cuerpos que se acompañan y se nutren y crecen de su carne, como un cáncer, ni de la que condena deseos, prohíbe comportamientos y asfixia con sus hilos invisibles más que la soga de los verdugos. Ni de la que imputa la insistente angustia de los contratos de permanencia, ni de la que se desprende de la simulada y altísima cifra de las sumisiones. Tampoco de la que inyecta falso afecto, por miedo, por comprensión, pero encubre venenosas mentiras y traiciones innecesarias.

De ésas huyo como el cachorro ingenuo que por instinto escapa de un sol insano. Ni digo tampoco de la que revienta encima de los seres como una explosión fatal y genera cuartos cerrados con aromas cordiales, aposentos apagados, recuerdos incurables para el resto de los años. A ésa renuncio mientras no sobrevenga.

Sino de la soledad fúlgida que me eleva y me transporta a la otra parte de lo factible, allí donde los límites de lo pactado se diluyen y me confieso y me equiparo al otro y percibo la razonable sinrazón del inculpado, las tretas poderosas de los acusadores, la sinceridad del mentiroso y las hábiles artimañas de los soberanos. De la que se posa en torno a mis dos ojos, que entonces acceden a lo que carece de candor y superficie, y desentrañan la sencillez de lo abstracto, la fragilidad de lo indestructible, la ligereza del sufrimiento y lo leve de la consistencia.

De la soledad que acaricio con los dedos, como un cabello adolescente que me excita. La que roza mis labios como con otros labios tiernos muy carnosos, como una droga exquisita que me prolonga y me aúna con lo infinito. De la soledad que no rechaza el amor pero exige tolerancia para que el amor se haga viable. De la contraria a la convivencia opresiva, la que nos une tan engañosamente y por la que acumulamos rencores y matamos. (La Nueva España, 18-02-09).

Mis manos son dos formas de entender tu palabra


CINCO

Mis manos son dos formas de entender tu palabra. Y ocultan infinitos volúmenes y espacios. Mis manos, tú lo sabes, han posado en tu boca más de una vez la altura de jóvenes estrellas. Con mis manos alcanzo, presiento, aparto y busco. Mis manos son el tacto, la fuerza, la distancia. Son la separación y el único instrumento para decir adiós desde mí mismo.

(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Con los Cinco Sentidos
Cuadernos FÍBULA de poesía
Avilés, 1997
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

Territorios de opio


Poseo el veneno sabroso de la soledad,
sus amargos tragos y ese remordimiento de haber dejado
en el camino algunos nombres.
Tengo en las manos la herida de una palabra mal escrita,
la sangre de un velero que se diluye en la memoria,
la locura de un abril sobre las rosas.
Nombro una droga prohibida como la dulzura de esa muerte
que llega hasta nosotros con el pelo mojado
y nos enamora un poco de la lluvia.
Nombro esa soledad que nos hace el amor como los frutos
y se deja caer, tan vegetal, como una rama.

Y entonces se limpiaba las lágrimas



Y entonces se limpiaba las lágrimas
con los puños de su camisa.
Hablaba de los barcos,
de baúles cargados, de las tormentas
de su casa de América con palmeras
y aljibes y potos gigantísimos.
Recordaba a las indias con su piel de coral
y se callaba -quizás un nombre propio, muy moreno-
y se quedaba absorto, observando las nubes,
y lloraba en silencio
porque el recuerdo estaba vivo,
en el hombre sin nada, sin nadie,
sin sí mismo.
Nos admiraba su sabiduría en las tardes vacías
del domingo,
nos intrigaban su voz, sus lentes, sus manos como
nudos,
su tanta vejez achiquillada.

Siempre hay en nuestro origen algún sabio
que muere por no decepcionarnos.

(A José, in memoriam)

(C) Aurelio González Ovies
Voz
María García Esperón
Música
Heitor Villa-lobos
MMX


Caminos no trazados


Una ocasión es posiblemente
de las presencias más cortas.
La prontitud que media entre el ala y el vuelo,
la sensación que se hunde entre el suelo
y el paso.
La distancia sonora entre idea y palabra.

Sólo son de presente la ocasión y el relámpago.
Y adverbios muy puntuales que ocurren
enseguida.

Nada pueden los hombres todavía
sobre sus calendarios. Una ocasión
no ocupa luz ni espacio en una fecha.
Nada saben los hombres de su acontecimiento ni de su impronta.

Sucede como con el azul del mar o la explosión exacta
de cualquier primavera.

Existe sólo allí, entre su actualidad y un nombre solo,
como cualquier mirada de unos ojos,
como cualquier estrella de la noche.
Como cualquier instante de la noche.

Una realidad aparte
(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés 2005


Voz: María García Esperón
MMXI

Tras la inminencia de una huella llamada libertad


Tienes razón, Antonio, hay que ser muy hombre para soportar la belleza. Pero algo dices tú que no es humano. ¿Qué sientes en la boca si pronuncias? ¿Qué inyectas a tus ojos, cómo miran? ¿Con qué tocan tus manos?

Cuando nombras las cosas me inundan su volumen, su ácido y su jugo y su dulzura. Todo cambia desde los hospitales de tu ser hasta el espacio enorme de la tierra. Tu voz transforma el mundo. Pero no es una guerra ni tampoco un disparo. Es tu voz, tu voz intraducible como el idioma que no ha llegado a ser del todo todavía. Tu voz que no se pierde.

¿Cuánto sufres por una palabra hermosa? ¿De qué arbusto recoges tantos símbolos? ¿A qué sinagoga acuden las velas de tu espíritu? Si yo te preguntara por qué no somos nada, con qué vegetal responderías. Con qué veneno.

No has estado en la muerte y yo te creo. Dime quién eres antes de acercarte más a mi corazón. Porque tú comes la fugacidad. Porque tú das sueño con libros a los muertos. Porque tú habitas los enjambres. Tú telegrafías la luz. Tú redactas el tiempo y transcribes a mano las lunas llenas.

No has bajado a la muerte, pero te creo.

La vida tiene muerte.

Hay que ser muy hombre, Antonio.

Algo existe en tu nombre más inmenso que tú. Ése eres tú, Antonio, hombre. Hombre con Hombre de poeta.

(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Una realidad aparte
Cuadernos FÍBULA de poesía
Avilés, 2005


Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI
 

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