Noches buenas y viejas


Lo que más nos movía y nos entusiasmaba, como siempre sucede, era el tiempo de espera, la ilusión prematura, las calles con las luces de las grandes ciudades, los anuncios con pinos, trineos y nevadas. Lo que más, era el halo de bondad que brillaba en la luz de los días más breves de la vida, el frío que incitaba a estar en torno al fuego, el aroma a cariño y a paz y espumillón y nueces melancólicas que inundaba la casa.

Y también arrancar al almanaque antiguo sus últimas jornadas y colgar uno nuevo en la pared, debajo de la radio, con retratos de gatos en un cesto o la imagen de un santo o una virgen que derramaba lágrimas. Pegar en los cristales recortes de revistas: hojas verdes de acebos, estrellas y tambores, siluetas de montañas. Y encender pronto el árbol, aunque gastara luz, repleto de postales y motas de algodón y cantar villancicos, en vez de hacer deberes, desde por la mañana, aquel de aquellos peces que bebían en el río y el del chiquirritín, chiquirriquitín, queridito del alma y el del rín, rín, yo me remendaba, yo me remendé, aquellos de Belén y ángeles y campanas.

Y ver sobre la mesa tantas cosas tan ricas, sopas de ajo con pan duro y con claras; algún pez grande al horno, pescado por mi padre; un poco de jamón y algún fiambre y queso; compota hecha de pera, higos pasos, manzanas. Y partir el turrón, tan gordo y tan sabroso, con martillo y cuchillo. Y comer mazapanes que llegaban de Soto y espesos polvorones de aquellas grandes cajas. Y saborear la dicha de estar juntos y alegres (aunque fuera mentira, parecíamos siempre más contentos que nunca), y escuchar a Juanita, que cantaba las coplas de allá de Puerto Lápice, con zambomba y con palmas.

Y soñar que aún quedaban muchos días de fiesta y noches espaciosas de ir muy tarde a la cama. Y aguardar por los Reyes que aún estaban lejanos, cuyo perfil veíamos en cualquier sombra o nube, en cualquier astro claro del cielo inalcanzable, en cualquier rama seca con corona de muérdago. Y echar en los buzones los deseos imposibles escritos con remite en inocentes cartas. Y esperar. Lo que más nos gustaba, como ocurre a los hombres, era el preámbulo intenso, la agitación del antes, la ensoñación, la dicha de lo previo o lo núbil, la emoción imprecisa de la propia esperanza.



(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 21 diciembre 2011
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

Umbral de diciembre


Quiero que vengas, madre mía, tú, a encenderme el umbral de este diciembre. Quiero que seas tú, con tus rasgos de luz, la que alumbre en las velas y en los limpios destellos mañaneros de la flor de la nieve. Que vengas tú a curarme la tos con tu resguardo, a librarme del frío de estas fechas vacías, a abrazarme detrás de una ventana mientras arde el silencio de la casa y el invierno ruge con su furia y fuera llueve. Aunque de nuevo me den miedo el relámpago y las tejas que rompen y los cables que aúllan y el chispazo imprevisto de los plomos y el gorjeo de la leche mientras hierve.

Que me dobles el borde de las sábanas y tantees la humedad que arroya en las paredes y recemos un poco en voz muy baja el padrenuestro antiguo, el que tú me enseñaste, y enrolles a mis pies la toalla y la botella, el papel de periódico y el ladrillo caliente. Y me pliegues la noche con la paz de tus fábulas y me pases, despacio, las páginas del sueño. Que me hables de aquellos años tuyos por los prados de Viodo en primavera y me mires dormir y me desees descanso y apagues mis zozobras y me beses la frente.

Y pongas tú en la mesa las cenas abundantes, los dulces escogidos, las frutas escarchadas y el tacto en los manteles. Quiero que vengas tú. Quiero que bajes tú desde la antigüedad de un villancico. Que surjas de entre el musgo, de un río o de una senda que cruzan los belenes. Que resurjas del irreal perfume de un palacio elevado, de la hondura de los pozos de agua, de un desierto imposible, del temple y la quietud de algún pesebre.

Ven y hazlo posible. Dibújanos el pino que te gusta. Amarra a esta nostalgia cascabeles. Escríbenos deseos y pámpanos y hojas de limón en los cristales gélidos del siempre. Caliéntanos las manos con cáscaras de fe. Ven, colócanos encima de la cama regalos y sorpresas. Haznos creer que resoplan muy cerca los camellos, que llaman a la puerta los pajes de los Reyes. Suelta la eternidad, abandona la estrella, cuando giren el mundo o la nada o el humo y mires hacia abajo y atisbes estos brazos, deja la inmensidad, desmóntate, detente. Quiero que vengas, madre mía, tú, a iluminar las bóvedas de este mustio diciembre.

(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 24 de noviembre 2011
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI


Tiempo de narvaso



AURELIO GONZÁLEZ OVIES
Es tiempo de narvaso y de garduñas. De nieve en los picachos prominentes. Y de jerséis de lana hechos en casa. Es época de pomaradas mustias y de noches desiertas y extendidas. De confiados raitanes que gorjean en busca de algún fruto y gorriones que añoran el verano y la grana. De abedules y pláganos que incendian el paisaje; de rubor de cerezos y guindales silvestres; de olor a tendejones y a esfoyaza. A desayuno, a pan sincero, a silabario. Y de humo de borrón entre la húmeda faz de la mañana.

Son días de una luz muy verdadera, definitiva y limpia, en el perfil del mundo y en la grandeza azul de las montañas. De una nitidez inusitada en la infecta rutina que nos engulle inexorablemente, en la voraz rutina en la que nadie apenas se detiene ya ante nada. De unos cielos muy altos, con brillantes estrellas, que nos asoman a nuestra finitud. Días que llegan como ya terminados, extrañamente untados en desidia y galbana. Y apetecen el calor del fuego más que nunca y la complicidad de unos visillos. Y el rumor del cariño a nuestro lado. Y el silencio encendido en las horas oscuras y sus lentas estancias. Se nos antojan más las costumbres perdidas, los sabores añejos, los recodos tranquilos, los seres que nos faltan.

Éstas son fechas aptas para acercarse a los recintos del pasado y adentrarse en los preludios del invierno y en las vigas antiguas y el vaho de sus cuadras. Y apropiarse de un cántaro de leche y cenar unos higos con pan blando y buscar en un cuarto algún resquicio inmune de la vida, alguna muestra viva de los muertos, de los años hermosos de la infancia. Y abrir viejos baúles, olvidados al pie de un lecho solo, tantear en los armarios los trajes y las felpas, el jabón y los lienzos, chocar con el perfume a romero y manzana.

Son momentos de levantarse pronto, muy temprano, y atrapar ese albor que jamás volveremos a asumir desde ningún lugar ni desde esta ventana. De caminar sin rumbo, bosque arriba, por entre la quietud de la resignación, por entre los nogales derrotados, por entre los helechos ya vencidos y los quitameriendas pertinaces, por entre la agonía de las zarzas. Instantes más mortales que otras veces, porque traen caducidad y límites, separación muy firme del sol y las cigüeñas, de pétalos y ramas.
(La Nueva España, 9 de noviembre 2011)




Sobre unas rocas


La he visto. Estaba en Ítaca.
Yo me iba de Corfú, destino
a Melos. Ella lanzaba conchas
a las olas, sentada en una roca.
No es fácil esperar. La mirada
se acaba. Pierde su brillo.
Pero allí sigue. Amarrando el azul
del Jónico al Egeo. Todo
dura en la vida y es eterno,
mientras somos capaces de admitirlo.

Usted seguro que ha sentido vergüenza alguna vez



Usted seguro que ha sentido vergüenza alguna vez

al decir que en su cuarto caía una gotera

o que su pobre madre le hacía el bocadillo

siempre de natas con azúcar -son cosas de la vida-.

Confieso que en mi casa el olor a humedad

era casi entrañable

y todos los domingos se comían garbanzos,

salvo en alguna fecha señalada.

Que lloré muchas veces por no querer llevar

los jerseys con coderas

o no tener un lápiz con enanito arriba.

Confieso que la ropa nos la daban los primos

que ahora son albañiles

y que nuestra familia se rompió por la herencia

de unos metros cuadrados de baldosas con taras -son cosas de la vida-.

Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,

tuve el chupete debajo de la almohada.

Confieso que los míos son personas sencillas:

usted sospecha que hablo de un padre que no sabe

lavarse bien los dientes,

de una mujer que escribe con mala ortografía,

de unos hermanos fieles como la misma sangre

y una casa que huele, cada vez que entro en ella,

a las húmedas manos de la melancolía.


Confieso que he nacido donde hubiera elegido

por encima de todo cada vez que naciera.

Yo también masticaba la cal de las paredes






Yo también masticaba la cal de las paredes

en las tardes de agosto

y creía que sólo se moría en invierno

y no entendía por qué cada vuelta del mundo envejecía a mi madre.

Estuve enamorado de una araña grandísima que vivía en una grieta

de la puerta

y hacía competiciones de gusanos.

El cielo me parecía una carpa gigante

y cuando vi pasar los primeros aviones los ojos se me abrieron

como dos libertades.

Mi padre me enseñó a comprender el viento,

a predecir la lluvia en la piel de los árboles

y por eso he tenido siempre miedo al futuro.

De pequeño, además, yo quería ser gitano

para tener un burro, entre otras muchas cosas,

y caminar descalzo.

Pero la vida nunca acepta nuestros ruegos

y me gustó el latín no sé por qué motivo

y aquí estoy enseñando lo que a veces no entiendo.

¿Qué voy a decir yo de la palabra hombre?,

¿cómo puedo explicar que para que haya historia

hubo que desde siempre ir matando o muriendo?

Conseguí ser mayor y me quité estos vicios a pesar de mí mismo:

y me conformo y callo y voy tirando

y echo de menos mucho la araña de la grieta

y el olor de la cal me es como de familia.

Aprendí, como todos, a amar lo que no amo,

y a hacer, según la norma, lo que todos hacían.

Mi voz es el paisaje



Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo y el que todo lo tuvo.
Pablo Neruda

Mi voz es el paisaje
que va echando de menos
las cosas que he perdido.
He nacido en un pueblo
y en el anonimato.
Mi vida se resume en aquel calendario
de números granates
donde mi madre iba
apuntando los partos de las vacas
y visitas al médico.
Fui más feliz que pobre
porque quien no conoce la abundancia
valora las minucias y los pájaros.
Desde niño la hora de las gaviotas
viene siendo mi reino
y el mar un no sé qué
-eternidad dios alma-
donde muero un momento cada día.
Así me veo ahora
cuando ya las gaviotas no conocen mi nombre
y la higuera envejece sobre la sed del pozo.
Mi casa, mis amigos, los míos, los de nadie.
¡Qué pronto somos soledad!

Aquella gaviota que se llamó promesa


Alguien ha vaciado el mar
Pascual Izquierdo


Aquella gaviota que se llamó promesa

y aquel embarcadero de ojos azules.

Toda mi vida:

un niño que recitaba el barro de memoria,

un pueblo que se quedó nevado de tristeza,

unos seres que fueron emigrando del frío,

una estrella sin gas en los muelles del alma.

Vuestra voz tiene acento de laurel




Vuestra voz tiene acento de laurel,

decidme dónde habéis estado tanto tiempo,

por qué no regresasteis a la hora de la siesta,

por qué no estáis aquí vendimiando mis dudas.

La noche es muy inmensa para encontrarse solo.

Aquí está vuestra casa de campo abandonada.

Vuestro perro pastor que se enrolla en sí mismo

y da vueltas y llora.

Decidme dónde andáis para haceros llegar unos abrazos

y unas deudas y un pan y unos limones.

Sucede que mis manos ya no pueden arar vuestro recuerdo

y la vida me huele a humedad y a cerrado.

Volverás en verano




Volverás en verano

y encalaremos juntos la fachada del tiempo.

Aquí todo envejece a ritmo campesino

y te echamos de menos cuando tus rosas

revientan como un tiro de sangre.

Todos los días del año son los más oportunos

para añorar al ser que nos ha abandonado.

Pero tú volverás;

yo sé que te apetece escuchar las rodadas

de la infancia entre la manzanilla;

yo sé que tienes ganas de entender

qué dicen las gaviotas cuando rompen el sol a picotazos;

pero tú volverás

porque han puesto autobús para llegar al nunca,

porque el pueblo se queda poco a poco,

porque quiero cambiarte unos cromos del llanto,

porque te necesito para labrar el frío.

Volverás a esa hora temprano

y los niños irán ya a la escuela en pantalones cortos

y te diré en secreto por qué cantan los gallos

y te llenaré un libro del olor de las cuadras.

Volverás porque, a veces, si nos falta algún rostro

el pasado es reciente a cada siempre.

A veces la tristeza




A veces la tristeza te espera en cualquier

sitio

y hay que creer en algo.

Hemos venido a ser felices por encima de

todo,

a perder unos seres y formar una casa,

a envejecer un árbol y madurar un fruto,

a decir un adiós y escribir una carta.

Tus crisantemos crecen al abrigo de octubre



Tus crisantemos crecen al abrigo de octubre

y en una pota vieja te he plantado un narciso.

Cuando vengas, el pozo será un naufragio de hojas

que limpiaremos juntos en la tarde del sábado.

No quisiera decirte las noticias que tengo de unos amigos tuyos

ni entregarte una carta que te escribe el recuerdo.

Cuando vengas, el frío hablará por la noche desesperadamente

y estarán ya maduros el dolor y los higos.

Esta noche en el viento




Esta noche en el viento
están hablando todos los seres de la muerte.
Esta noche en el viento
hay un baile de pájaros inacabado.
Esta noche en el viento
las vidrieras del alma se derrumban.
Esta noche en el viento
han venido los árboles a deshojar la fiebre.
Esta noche en el viento
nadie sabe su nombre ni conoce su sitio.
Esta noche en el viento
han pasado cien años como un sueño.

Los labradores cantan con voz de vino dulce



Los labradores cantan con voz de vino dulce
algo muy parecido a nuestra infancia.
La grana de la ausencia empieza a desbordarse
sobre el muro
de estas largas tardes de cal viva.
Jamás podrán los hombres arrancarse su sangre
ni romper el espacio de las primeras manos
ni detener los barcos que parten con el tiempo.
Los labradores cantan y oscurece otro día
por detrás de los árboles.

Si los muertos vinieran



Si los muertos vinieran
no encontrarían su casa
ni su luz encendida
ni a su gato
ni a su higuera fiel
ni su naranjo.
Si de nuevo volvieran
no encontrarían su puerta
ni sus aparadores
ni sus viejos retratos
ni sus paredes húmedas
ni su ropa.
Si los muertos vinieran
decidles solamente la palabra
distancia.

Nuestro pasado se escucha a través de las uvas


Nuestro pasado se escucha a través de las uvas
y de este pueblo roto al que una gaviota solamente
viene de tarde en tarde.
Soy el antepasado de aquel espantapájaros que se quedó mirándome
donde el tiempo se para a picotear sus plumas.
Estas tierras están cosechando los niños que jugaron conmigo
y volverán muy pronto con sonrisa de musgo y sandalias de cuero.
Venid, quiero deciros cuántas horas se tarda en olvidar un nombre.
Venid, quiero enseñaros la muela que tritura el grano de la vida.
Venid, hace buen tiempo para sacar al sol las dudas, los abrigos,
el silencio, los cuartos.

(Para Gelinos)

De tarde en tarde



De tarde en tarde quiero que vengas
a decirme algo,
por ejemplo, que existes y sabes que existimos,
que la vida no es todo tirar hacia delante
sin pararse a pensar
eso que ya no somos ni seremos ni hemos sido.
Porque ¿a veces no te ocurre
que has sentido una voz, un rostro, un gesto
y se te abren los brazos... y es el recuerdo?
¿Conocías a José, Rosario, Inés..? Se han muerto.
Tampoco están, tampoco,
ni Gruñón, ni el silencio amarillo de tus dalias,
y el mar desde tu casa se ve un poco más viejo.
También yo he envejecido:
mi voz, mi andar, mi cuerpo...
Pero la vida es esto, ya se sabe:
soñar que hay siempre tiempo
para olvidar que uno puede ser atrapado en el intento.

(Para Mª Sol, desde su pueblo)

Vista desde aquí la vida tiene un puerto



Vista desde aquí la vida tiene un puerto
y nuestras lanchas, amarradas al muelle,
atardecen bajo un día cualquiera.
Por qué sufrimos,
si a esta hora se encienden las luces
en los pueblos
y los hogares empiezan a cerrarse melancólicos.
Por qué, si las estrellas están
tan apacibles como siempre
y un grillo va enroscando el sueño entre la noche
y un borracho da tumbos vida atrás
y una mujer recoge la colada
y un niño va feliz con su pelota
y dios amasa mundo en sus molinos.
Por qué sufrimos
si mañana está siempre tan lejos de tan cerca
y no sabemos nada de nosotros
y nunca escudriñamos nuestra historia
y nadie nos ha escrito todavía.
Por qué sufrimos
si sólo es nuestro todo mientras no lo perdemos
y amamos cada cosa para no estar
tan solos.
Por qué, por qué sufrimos,
si hemos venido aquí por no ir a ningún sitio,
para encontrar un rostro que vaya encariñándonos,
para coger un tiempo que vaya entreteniéndonos.
Por qué, por qué sufrimos
si cada hora que acaba nunca vuelve
y cada adiós empaña una ventana
y cada nombre se hunde en un olvido
y cada olvido sangra tantas llagas.

Vista desde aquí la vida tiene un faro
con una luz eterna
que llega y mira y pasa.

Dile al faro



Dile al faro
que nuestra barca ha muerto,
que ocupen nuestra roca otros dos
jóvenes
y que todas las tardes
la arena tenga huellas parando las
mareas.
Lo siento de veras, pero tengo que irme
hacia la tierra adentro de los míos.

Miraremos atrás


Miraremos atrás
y cuando estemos a la altura
del recuerdo,
habrá gaviotas planeando
el mar donde fuimos como un niño
de arena;
habrá un pueblo descrito con cal viva
y un camino hacia el verano. Diremos adiós
y empezará el atardecer a respirar
en los jazmines.


Tenía que deciros



Tenía que deciros
que mi vida limita al norte
con los nombres propios de unos seres
que han vendido sus tierras
y se han ido.
El resto de mi geografía
da al mar y a las gaviotas
y a la conciencia donde naufrago inexorablemente.




Esparce mis cenizas



Esparce mis cenizas
frente al mar de mi casa
a esa hora en que el recuerdo
puede ser la gaviota sobrevolando frágil.

Recuérdale a la vida



Recuérdale a la vida

que hemos estado juntos,

que teníamos una casa

rodeada de hortensias

un perro y unos árboles

que no sabrán estar eternamente solos.

Recuérdale a la vida

que ha de acercarse aquí alguna tarde

a podar nuestra ausencia,

a recoger tu ropa,

a deshojar la sed de nuestro pozo.


Recuérdale a la vida

que hemos querido tanto aquellas cosas

y lo dejamos todo.

Si fuéramos chiquillos



Si fuéramos chiquillos
te preguntaría
por qué letra empieza tu tristeza.

Acaso nos hemos confundido


Acaso nos hemos confundido
y la felicidad sea un perfume
                                           inacabado.
Vida mía, todo envejece como tu piel
y nadie llora.
Mira, mira los árboles y los pájaros
y el mar y los andenes
y esta casa entrañable que nos cubre.
Mira la droga de los dioses y los olimpos
de la nieve. Hemos dejado atrás, sencillamente,
                                               todo lo que nos va dejando.
Y es que la vida es así de rápida.
Como un viaje a las rosas. Sí,
es verdad que estás vieja toda tú:
aliento tacto mirada pelo. Pero nada me importa
mientras sigas aquí
y nos demos calor en las tardes de frío;
aunque ya nadie esté que pueda conocernos
ni sepa nuestros nombres.
Sí, es cierto que esta noche
preguntarse a uno mismo a qué habremos venido
resulta un desaliento.
Es cara la felicidad, amada mía,
tan imposible que a veces
apetece bailar hacia la muerte girando en el orgullo.
Pero aquí vamos, muriendo lentamente pero juntos.
                                                         Juntos sobre todo.
Y tus geranios quedarán siempre a la puerta
y a nuestra higuera vendrán siempre los pájaros
y a nuestro domicilio llegarán cartas como otoños.
                                      Todo lo mío- tuyo, todo deshojado.


No puede terminarse todo aquí


No puede terminarse todo aquí.

Dime que no. Que tendré un momento para verte

de nuevo,

para conocerte de nuevo,

para vivirte de nuevo.

Dime que volverás, que nos encontraremos

bajo esta misma tarde

y buscaremos otra vez donde techarnos

y miraremos detrás de unos cristales

y encenderemos el alma hasta la noche.

Dime que no es un viaje en vano el que hemos hecho

ni un viaje encaminado hacia la sola muerte.


A veces esta casa me entristece


A veces esta casa me entristece
cuando cae la noche.
Tus vestidos colgados en la percha,
esta silla con restos de tu cuerpo,
nuestra cama...
No sé por qué, amor mío, tengo el presentimiento
de estar amando en balde
o de comprarte un ramo de ahoras los fines de semana.
Vale más que dejemos de hacer nuestras las cosas,
de escribirnos las fechas
detrás de esos momentos en que somos felices,
de regalarnos libros.
Mismamente este cuarto me llena de abandono
cuando antes de dormir me das un beso
y me quedo mirando tus ojos que se apagan,
tus cuadros, estas fotos, tus zapatos mojados,
tu colección de botes de perfume.
Mismamente esta hora se me queda tan larga
cuando el tiempo es tan corto,
que empiezo a perder ya lo que aún no he perdido:
tu nombre pasajero, tus labios pasajeros,
tus collares, tus cartas, tus muecas, tu sitio.

Estos son los árboles de mi tristeza


Estos son los árboles de mi tristeza,
de donde a veces te traigo lilas
para que guardes entre las páginas
de nuestra historia.
Amor mío, me voy haciendo viejo como los bosques
como un camino que se cierra,
como un perfume que se derrite
como una carne llena de nidos.
Amárrame a la sombra y espera aquí conmigo,
porque antes de partir quisiera estar mirándote.


Quédate con mis libros


Quédate con mis libros
cuando yo no esté aquí.
Que en las tardes de lluvia
el griego es más hermoso todavía
y quiero que conozcas la lengua de los dioses
y el silbante dialecto del invierno.


Una fecha sin más




Una fecha sin más,
por ejemplo esta noche,
esta noche hermosa en que sé
que nunca volveremos a vernos;
pero hay luna y estrellas
y la vida está quieta como un árbol.
Esta noche, totalmente entera,
y mañana todo se verá nostálgico
y el recuerdo
tendrá tus ojos desde entonces.

Tengo miedo a la muerte


Tengo miedo a la muerte y a la
vida
y a decirte así de fríamente
los adverbios con que te amo:
ahora, de repente, apenas,
enseguida,
jamás, jamás. Jamás.

Cuando hayamos llegado



Cuando hayamos llegado
nos dirán que la eternidad
tampoco es para siempre.
Echaremos de menos la ventana del cuarto
donde tú devanabas la penumbra
y sangraba la parra en la hora del otoño.
La eternidad, seguro, es un dócil camelo
antes de separarnos definitivamente.


Me acordaré de ti


Me acordaré de ti
cuando caigan los copos de mi vida
tarde a tarde
y se vayan los pájaros
huyendo de la nieve.
Luego, el invierno no volverá
a pasar por estos territorios.


Y al final seremos tierra


Y al final seremos tierra
inútilmente tierra.
Tierra para la lluvia que nos caiga
para los pájaros que vengan,
para los niños que se escondan.
Tristemente tierra
para las hierbas que nos cubran,
para los árboles que broten
para los bueyes que nos aren.
Solamente tierra
para los hombres que construyan
para las tardes que se vayan,
para el recuerdo que nos nieve,
para la brisa que nos borre.
Tierra sobre la tierra
indiferente.

(A Fonsus)




Yo sé que mis palabras


Yo sé que mis palabras
van siempre en busca tuya
pero no hay otro modo
de decir que te quiero.
Y sé que mis palabras
no han sido todavía
capaces de expresarte.

Qué triste


Qué triste,
estar toda la vida
juntos
todas las noches
juntos,
todas las horas
juntos,
tantos momentos
juntos
y dejarnos
definitivamente atrás


Esta hora


Esta hora
caerá de tus labios como la palabra
amor,
pasará por tus manos indetenible
y no diremos nada.
Solamente ahora estamos aquí,
solamente nunca solamente.
Esta hora es la última
antes de que el tiempo dé vuelta
y nos confunda.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Spheeris
MMXI

Cuando tus manos cierren



Cuando tus manos cierren
el cuento de la vida,
te diré por lo bajo
que siempre había supuesto
un final que nos dejara separados.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Spheeris
MMXI

Anuncio por palabras


Se necesita un ser
que quiera compartir lo poco que tenemos
de lo mucho que aún queda.
[No han de importar sus años, su condición social
su domicilio...
Pero es urgente.
Alguien que entienda todavía por qué se van los pájaros
otoño arriba
a qué ha venido el hombre
a qué flor pertenece el color de los sueños,
en qué mes se desbordan las razas infelices,
con qué uvas se pisa la esperanza,
con qué refrán se cura la maldición de estar siempre
tan tristes.
SE REQUIERE que sepa manejar el idioma de las cosas sencillas.
y calcular el radio de los besos
y valorar los rostros que carecen de marca
y escribir en presente las ilusiones muertas
y entender la estructura de los gestos.
PREFERENTEMENTE niño - hombre - mujer - adolescente,
de la piel que quisiera,
con los ojos redondos como un significado,
con la voz siempre en fuga como las libertades
y las manos abiertas como diez intenciones.
Pero un ser, ante todo
que jamás haya visto un chubasco de sangre,
que no haya puesto nunca una trampa a la vida,
que haya bebido a veces un mar de malos tragos
y a veces con la rabia haya comido tierra.
Es también requisito presentarse a deshora
con el inmenso encanto de lo que no se espera,
con la sonrisa fresca como un chorro del alma
y el eterno secreto por que uno se enamora.
Alguien que prometiera
que es preciso muy poco para ser muy feliz a toda costa.
Pero es urgente.

(Para Elena y Julio y Andrea y Sergio)

No sé qué página es esta


No sé qué página es esta
de mi vida,
pero de lo que resta
voy a escribir muy poco.
Voy a decir que hoy es un día hermoso
para ausentarme
y compartir conmigo lo que no me comprendo
todavía.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMXI

Dos palabras


Dos palabras solo
y nada más:
amo la vida y por tanto,
a veces la detesto.

(Para Marian Suárez)

Cabu Peñes


Ye too norte. Ye’l norte en puntu. Per au albancia la claridá. Onde la tierra se desvanez y la lluz güel a ocle y sal. Ye fin, principiu. Ye’l cabu’l mundu, l’entamu l’agua. Ye superficie y profundidá. Castru y Gaviera onde les foles cueyen relevu y el nordés xunce les sos dos ales y echa a volar. Ye onde la rosa los vientos brama. Onde la nueche ta siempre encesa y la borrina suel madrugar. Per au traxinen toles vapores, ye per au borien tolos pesqueros y per au pasen dalgunos barcos que yá más nunca vuelven pasar.

Ta ente Verdicio y l'horizonte, camín de Viodo, diendo al Ferreru, cerca Coneo, xunto a Tezán. Au les gaviotes faen los ñeros, onde La Erbosa quedó a suañar. Dende au s’avista la vida entera como un abismu que da a l’océanu, una estayina que va a la mar. Ta ente’l cielu y precipicios, penriba’l Ferre, de Solarriba poco p’allá. Después de Lluanco, frente a Bañugues, per u se crucia pa nengún sitiu, per u se vira pal enxamás. Mui a la vera la llontanza, ta en dirección a la eternidá.


(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva y brea
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMXI

Viaje a Fisterra



Para Aurora. Para Aurorita y Manolo y Alfonso, compañeros de ruta.

Non é o mesmo. Antes éramos
moitos.
Los ojos se le llenan de agua
mientras mira retratos
y cuenta y acaricia respaldos de las sillas.
Denantes éramos moitos cuando
o día de festa.
Viajamos entre pinos camino
de Fisterra. Paramos en su casa.
Nos enseña el jardín, el hórreo,
la piel de una mañana en Paradela.
Nos comenta que ahora ya no tiene ilusión
ni por el huerto.
Nos explica el porqué del distinto color
de las hortensias:
que si plantas dos juntas se enamoran.
que una se queda blanca
y otra azulea.
Gústanme os recordos. Pero teño xa tantos
que me pesan. A casa é moi grande,
aunque estou a gusto. Eu son
feliz eiquí,
coas cousas de sempre e coas miñas penas.
Paradela está quieta,
solitaria,
con el gesto sereno que tiene Aurora
mientras coge del árbol unas ciruelas.
Paradela: prados, cuadras,
tejados de lousas lánguidas,
o cruceiro dormido frente
a la iglesia,
el viejo cementerio, silencioso,
como todos los cementerios de la tierra,
como todas las horas de la vida
y del tiempo
de los muertos,
como toda la luz de Paradela.

Vamos hacia Fisterra. Ella se queda allí
con su bata de alivio, con su apego
al granito y una hermana que tiene costurera.
Es agosto,
verano como de un mediodía muy antiguo,
como de sol de piedra.

(C) Marian Suárez
Aurelio González Ovies

De: "No"
Cuadernos Fíbula de Poesía. Avilés, 2009.

Realización:
María García Esperón
Música: "One man's dream". Yanni
Fotos: www.galiciaparaelmundo.com
MMXI

Panorámica


Asómate a las sílabas
más altas de la palabra hombre,
lo más al norte de la geografía carne,
lo más al borde de su abismal esencia.
Escucharás el trino de un pájaro muy viejo,
la perpetua agonía de una mujer parida,
los secos arañazos de los muertos,
el vacío y su brisa. El silencio. Sus cañas.

Muy hondo, el río. Y un rumor
como de avispas y de despedida.

Asómate a les sílabes
más altes de la palabra home,
lo más al norte de la xeografía la carne,
lo más al borde del so abismu y esencia.

Escucharás el trinu d'un páxaru muy vieyu,
la perpetua agonía d'una muyer parida,
los rabuñazos secos de los muertos,
el vacíu y la so brisa. El silenciu. Les sos cañes.

Mui fondu, el ríu. Y un rumor
como de griespes y despidida.

(C) Aurelio González Ovies
El cantu'l tordu
Recita: Joaquín De la Buelga
Realización vídeo: MGE
MMXI

Señes d'identidá


Nun s’apagó, como dicen
los que quisieren callala.
Tien enceses les ventanes, nótense-y
les vigues firmes y el firme
bien asentáu. Siéntese’l fueu chispiar,
siéntese ferver l’orguyu. Vése-y
na mitá la nueche
vida viva, encandilada.

Nun s’apagó.
Ta equí,
y too tien nome,
too tien materia y forma,
too tien pesu y espaciu.
Y anque-y cortaren la llingua,
bastaría-y la so palabra.

Equí,
nesta estensión de verdín
onde se termina’l mapa;
nesta vega entrestallada poles montañes
al sur,
nesta cornisa, al norte,
lo más al norte’l
cielu,
lo más al borde l’agua.

Equí, au llevamos
dende fai munchu tiempu,
a tientes, esperando
qu’esmesen la nublina,
que bilten les promeses,
que nun tiren los finxos,
que quiten la tarrancha.

Porque entovía nos queden
munchos díes de gües en llibertá
y paisaxe;
muncha navina nueva pa esbillar
y semala.

Quédennos entovía pueblinos
asomaos
al picu la guapeza
y molinos que suañen
a la vera una ñora
y empeños pa boriar con aguante
pegollos;
y borrones qu’afumen en cuanto
más orbaya
y casones esbeltes, con curuxa
y capilla,
con escudu y palombos.

Entovía nos queden branos
ensin pradiar, pa que la brisa enrede
pente’l tallu l’alfalfa
y afuraque la voz col remangu
los topos;
y crucie l’andolina, cola argaña
nel picu,
hasta l’aleru l’horru.

Porque tenemos muncho
pa esmarañar aína, con estos
deos tozones como garfios d’un
ancla.
Quédennos tradiciones qu’aúllen
pelos montes
y rinchen nes rodaes del carru
la rosada
y brillen nos güeyucos
ñerviosos del raposu.

Quédanos tierra abondo
pa que cuerran
los ríos,
quédanos aire abondo
pa que’l futuru esnale,
quédanos mar abonda
pa salar la esperanza.

Porque too tien nome,
identidá
y arroxu.
Too tien llingua propia,
condición
y palabra.

No: Insomnios


No olvido aquellos días.
No borro aquellos miedos.
Madre, ¿Cuándo sea mayor
Tú serás ya muy vieja?;
¿tendré que enfrentarme un día al mundo
solo?
Ella siempre venía a darme un beso,
Me apagaba la luz
Y me decía:
no pienses esas cosas, hijo mío,
eres muy joven, anda,
todavía.
Pero cuando el invierno arremetía
furioso
contra las ventanas
y el triste crucifijo pendía sobre mí
tenebroso y oscuro
me aparecían los muertos
que había visto metidos en cajas.
Tanteaba la pera, encendía la bombilla
y con cualquier excusa la llamaba:
mamá, no sé si tendré fiebre,
tráeme un vaso de leche,
hazme una manzanilla.
Y entonces como siempre, como
a todas horas, ella estaba
fregando
y dejaba los platos y las potas
y me ponía el termómetro
y tanteaba mi frente.
Voy a quedarme aquí
para que no te muevas.
No me parecen décimas,
Tranquilízate, calma.

Y con su mano allí,
sobre mis pensamientos,
huían mis temores
y en breve me dormía.

Otras veces la guerra o el infierno
-paisajes que tanto ensombrecían
aquellos negros años-
me angustiaban el sueño a media noche
y gritaba su nombre.
Y entonces, como siempre,
como a todas horas, ella estaba sentada en la cocina,
cosiendo o repasando,
o escogiendo lentejas o picando
patatas.
Y clavaba la aguja en la pechera
y se allegaba al cuarto
y me frotaba el cuerpo
con alcohol de romero y con papel
de estraza.

Y con su tacto allí
posado en mis delirios
repetía en voz baja:
ya verás cómo pronto pasa esta noche
ya verás qué enseguida llega mañana.

No: Peaje


No sé si habrá distancia más lejos
que hasta mí. Mientras cae el otoño,
el mismo siempre, sobre esta extensa
tierra que tengo ante los ojos. Mientras
cruzan los buitres el cielo que diviso,
mientras las nubes bajas amenazan
con lluvia, mientras miro y contemplo
mis manos ya manchadas, mientras
hago memoria y recuento mi vida.

¡Qué cerca estoy de nada, qué lejos
de mí mismo!

No: Todo incierto


No siento lo que soy.
¿Soy lo que siento, acaso?

Esta luz tan exacta, tan
de octubre, tan perfecta
y azul desparramada,

este día tan amplio, tan
puntual, tan preciso
y brillante, tan esquivo,

esta mar tan indómita, tan
sola, tan poderosamente
fin siempre principio,
tan sólida metáfora
de agua

¿qué pensarán de mí,
de este cuerpo baldío?

No: Extraña posición


No es éste mi lugar, canta
en la ciudad un pájaro.
¡Qué extraño! ¡Qué hora más menguante
en medio de la vida! ¡Qué mañana
tan cortamente larga!
¡Qué vacío entre la multitud!
¡Cuánto cansancio, cuánta desilusión!
La luz es nueva, el día está empezando,
un tordo, escondido en los álamos,
me mira temeroso y canta.

No es ésta mi ciudad, ni yo soy éste
tan fuera de sí mismo,
tan a su espalda, tan solo,
tan distante,
tan vacuo, tan distinto.

Nunca he llegado a mí,
no me he parado a conocerme un poco,
no me he mirado nunca
frente a frente.
No me libré de equivocarme en vano.
No me he sabido comprender.
No me he tratado con cariño.
No me he sentido jamás libre.
No me he esperado con ilusión
ni asombro.
No utilicé cuando debiera el no.

No es éste el yo que pretendí. No soy mi este yo.
Desde mí hasta mí avisto tantos kilómetros
como hasta los muertos.

No: A estas alturas


No recuerdo más que lo que olvidé

No: Viaje a Fisterra


Para Aurora. Para Aurorita y Manolo y Alfonso, compañeros de ruta.

Non é o mesmo. Antes éramos
moitos.
Los ojos se le llenan de agua
mientras mira retratos
y cuenta y acaricia respaldos de las sillas.
Denantes éramos moitos cuando
o día de festa.
Viajamos entre pinos camino
de Fisterra. Paramos en su casa.
Nos enseña el jardín, el hórreo,
la piel de una mañana en Paradela.
Nos comenta que ahora ya no tiene ilusión
ni por el huerto.
Nos explica el porqué del distinto color
de las hortensias:
que si plantas dos juntas se enamoran.
que una se queda blanca
y otra azulea.
Gústanme os recordos. Pero teño xa tantos
que me pesan. A casa é moi grande,
aunque estou a gusto. Eu son
feliz eiquí,
coas cousas de sempre e coas miñas penas.
Paradela está quieta,
solitaria,
con el gesto sereno que tiene Aurora
mientras coge del árbol unas ciruelas.
Paradela: prados, cuadras,
tejados de lousas lánguidas,
o cruceiro dormido frente
a la iglesia,
el viejo cementerio, silencioso,
como todos los cementerios de la tierra,
como todas las horas de la vida
y del tiempo
de los muertos,
como toda la luz de Paradela.

Vamos hacia Fisterra. Ella se queda allí
con su bata de alivio, con su apego
al granito y una hermana que tiene costurera.
Es agosto,
verano como de un mediodía muy antiguo,
como de sol de piedra.


No: Contrariedad


No se parecen nada a lo que esperas.
No se parecen nada a lo que son.
No poseen riqueza que envidiarles.
No son felices más que a intervalos.
No piensan nunca lo que sienten.
No sienten nunca lo que dicen.
No dicen nunca lo que piensan.
No sueñan más que entre la oscuridad.

Nunca permiten que les asombres.
Nunca te tienden sus manos frías.
Nunca te escuchan con atención.
Nunca acarician la brevedad.

No se parecen a lo que exigen.
No son capaces de amar seguido.
No se liberan de sus costumbres.
No han aprendido a encontrarse solos.
No entienden ser fieles a sí mismos.
No les reviste más que el orgullo.
No se conforman con la salud.
No siguen leyes para matar.
Nunca se miran limpio a los ojos.
Nunca ejercitan el corazón.
Nunca se acercan a los abismos.
Nunca persiguen, nunca, el jamás.

No se parecen a lo que fueron.
No se entusiasman con las estrellas.
No saborean con gusto el agua.
No saben cuánto seda la sed.
No se detienen más que en las formas.
No echan de menos más que lo muerto.
No pierden tiempo, no encuentran tiempo.
No viven más que para huir de sí.

No viven. Huyen, cogen y tiran.
No viven. Huyen, vienen y van.

No: Carne de identidad


No. Nada. Nadie. Ni siquiera. ¿Para qué
tantas dudas?
Pudiera ser que nada fuera lo que parece
ser, así como jamás nada será
lo sido. Pudiera ser
que nada es lo que podía haber
sido; que nada ha sido
lo que pudiera ser, así como
jamás será lo que no pudo ser.
Pudiera ser que ser no sea más
que ser lo que no somos,
lo que jamás seremos,
lo que nunca hemos sido.
Pudiera ser que no ser, a veces,
sea más que ser, lo que por ser,
no somos y lo que no seremos
y lo que nunca fuimos.
Por ser, pudiera ser que nada sea
ni lo que ahora es porque está siendo.

Era el olor a lluvia...



Era el olor a lluvia y una cierta tristeza. No había nada
más que una luz hermosísima entre los maizales.

He vivido bastante.

Agosto: campos segados y atardeceres lentos. Caminos ya
muy viejos, campesinos, moras muy dulces, tordos,
manzanilla.

Morir ahora sería echar a andar y dejar atrás este momento, su belleza.

(C) Aurelio González Ovies
Con los cinco sentidos
Marian Suárez. Aurelio González Ovies
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés, 1997

Tras el fin


Cuando un libro termina, es como si marcharan algunos familiares y se elevara un pájaro de letras entrañables. Y estallara la tarde dividida y ausente, muy lejos de nosotros. Y en el paisaje cambian los límites precisos, la luz y el filamento del que pende el carácter. Y algo que nunca fue sucede desde entonces, para siempre y de pronto. Algo que no pensábamos ni imaginar jamás se instala en nuestras vidas, se posa en las ventanas, se mueve entre los árboles o nos hace llorar en ciertas ocasiones o nos roza en los labios como el agua más fresca o nos agrieta el alma como dolor punzante.

Cuando concluye un libro, se rescinde una época y dejamos atrás un presente inactual y un después y algún antes. Y se emprenden orígenes, insospechados brotes sobre nuestro destino del que apenas sabemos ni una página sola. Se inauguran un frío, un amor, una máscara. Y se obstruyen un plazo, una ilusión, un trámite. Conocemos poblados que en nada nos conciernen, descubrimos costumbres, contingencias y augurios, sospechamos indicios y en nuestros ojos vibran grandiosos ventanales. Acontecen confianzas en seres incorpóreos, degustamos sabores de frutos increíbles y nos hacemos cargo de culpas y de adeudos, de raros sentimientos, de una inquietud chocante.

Cuando un libro se acaba, empieza un recorrido por la melancolía. Y atravesamos rutas que nadie más entiende, así de esa manera, que nadie más comparte. Y nos encariñamos con futuros ilógicos, con mansiones ajenas, con sabores agrestes, con nombres que no son más que palabra en hebra, con rostros que llegan ni siquiera a ser carne. Y parece que llegan a nuestro corazón turbaciones insólitas, sonidos muy recientes, historias que se incrustan definitivamente en los pliegues purpúreos de la sangre.

Cuando se cierra un libro ya no somos tan «únicos nosotros» y nos entran temores y se enajena el ánimo y la fe es más incierta y demuda el semblante. Y se derrumba o crece una felicidad que nos vence o nos yergue, que nos marca esa hora irrepetible y breve, que eterniza ese instante. Y se conectarán en la frágil memoria personajes y aromas, ladridos de los perros, naturaleza y fábula, realidad de libro e invención de esa tarde. Subsistirán, tal vez, en sus lomos y título un recuerdo del viento, un animal al lado, una flor vistosísima, una jornada insulsa, un viaje, una canción, una nube muy rápida, un fulgor de tormenta. Algo muy similar a cuando se desgrana el volumen muy íntimo de un equipaje.
(La Nueva España, 11 de agosto 2011)

En presente









Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà
Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu

Y sé también qué significa la esperanza:
todo pudiera ser, pero no es nada.
Hemos venido a construir el nido en vuestros brazos,
a pasar un invierno junto al fuego
y recitar el frío de las cigüeñas. La vida es esto,
amor mío, esta mano que tiembla cuando quita tu ropa,
esta lluvia que arrolla en tus espaldas, este molino de agua
que hace girar tus ojos.
Estaremos aquí hasta que pase la bandada
con la que hemos llegado
y entonces cerraremos las puertas de la casa,
dejaremos los muros mirando nuestro vuelo,
y nos alejaremos. Todo seguirá igual
y alguna flor por mayo crecerá con tu nombre.
La vida es poca, amor mío, (si restamos las horas
en que nos preguntamos quién somos realmente
o salimos al mundo con la máscara puesta),
y los días se acercan tan puntuales
con sus rollos de luz,
que una pausa a mediados de la noche
rompería los péndulos del cosmos
y se vería en tu carne el secreto del tiempo.
Nos iremos. Eso es todo. Y en las verjas del patio
donde hemos sido hombre, niño, mujer, adolescentes,
enramarán tu alma para impedir el paso.

*

Y todos nuestros días terminarán.
Déjame recorrer los pueblos de tu carne,
reconocer la tierra que te forma
antes de que te lleve el aire poco a poco.
Hoy quiero compararte con el humo y no decirte
nada,
respirarte con la profundidad de los suspiros,
tocar efímeros tus labios,
deslizar tu presencia encima de mis dudas
y empezar a creer que no tenemos nada
que ver con la tristeza.

*

A savoir comment
Oublier ces heures
Qui tuaient parfois
A coups de pourquoi
Le coeur du bonheur

Ese río que pasa por tus ojos
y navega en silencio
y luego se desborda
y naufraga en tus labios
y entristece tu rostro.
Esa sombra que surge de tu sangre
y alborota tus huesos
y despeina tu forma
y anochece tus manos
y te aleja del mundo.
Ese fuego que te aproxima al nunca
y aniquila tu fuerza
y escala tus pestañas
y se inflama en tu llanto
y gira en tu no ser.
Esa tierra que te cae como lluvia
y apuntala tu boca
y siembra en tus palabras
y besa tu pasado.
Esa tierra maldita que te araña y te traga.

*

Lejos de nosotros hablarán de ti
tras los días grises.
Hablarán, mientras caiga la lluvia,
de tus ojos dibujados en griego,
de nuestra vida juntos al norte del pecado,
de tu cintura blanda como un banco de niebla.
Leerán el poema que siempre quise hacerte
y te sospecharán al modo de las diosas
de piel tostada que existieron
en las afueras de la tierra.
Lejos de nosotros, cuando la lluvia caiga
en nuestros nombres, sabrán que hemos estado.

*

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Regresar, y encontrar vuestro olvido
con las puertas cerradas,
vuestros ojos de polvo mirándome, tal vez,
como a un desconocido.
Regresar, y saber que todo ha terminado
para siempre, que no puedo apostar nada a la vida,
que no volveréis nunca, que ya no seréis nunca.
Y aceptar que yo no he estado aquí
para mirar el tiempo en vuestro rostro,
para evitar el canto de los pájaros,
para romper las cartas de la muerte.
Regresar, y admitir que es tarde siempre
para esperar un poco,
que habéis dejado el cuerpo por la tierra,
que habéis seguido el rumbo de las hojas,
que habéis quedado atrás, definitivamente lejos.

*

Ahora estoy conmigo después de mucho tiempo
y pasaré las horas recorriendo los álbumes,
mirando vuestros rostros siglo a siglo.
Os agradezco la memoria. Pues sé que estáis
detrás de cualquier rosa,
yo sé que el sol os llega de repente
y que asomáis puntual al mediodía.
Volver a repasar vuestra presencia.
Comprender que no me queda nada de mí mismo.
Volver a daros gracias.

*
A Tuli

Moi je t'offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il ne pleut pas

Me entristece el mundo.
Ya nunca más podremos ser jóvenes,
mirarnos con vergüenza
mientras estamos solos,
indagar en la noche el sabor de la niebla;
ya nunca más investigar tu cuerpo
cuando el sol te recorre como una lagartija
o conquistar las playas o abrazarnos
un segundo apenas sobre los cuchicheos
de las olas.
Qué pronto llega todo, qué pronto escapa,
sobre todo,
la belleza de estar viviendo a gusto,
de imaginarse libre mientras cruje el verano
y poder darte un beso más tarde de las once.
Y bordear tus rasgos
con la cintura azul de una genciana;
sobre todo, qué pronto muere el cuerpo.
Sí que me entristece
ver la luz reflejada en las tardes del agua
con forma de canción
o preguntarse a veces
donde os habrá esparcido el aullido del faro.
Es difícil palparse las estrías
y no acordarse un poco
de vuestra voz tostada como la adolescencia;
desenvolver un año encima de la mesa
y barajar a medias la nostalgia
y entrar en los perfumes
y marchar vida atrás por un domingo
en que no habita nadie
más que el viento.
Es verdad que me entristece,
que después de haber roto los recuerdos,
las cartas que escribíamos,
miramos si es posible
reconstruir la ausencia, los pliegos
en que hablabas
de no sé qué concierto
o el cierre del bar de los acantilados
donde siempre acudíamos a última hora.
Es verdad que me duele vuestra mirada turbia
de queimada y tabaco,
que mi puño se enrosca
como una caracola con el rumor
de vuestras carcajadas.
Y me entristece el mundo y más que nada
comprender tan así
que solamente somos un tópico
que oculta la rapidez del tiempo.

*

Je creuserais la terre
Jusqu'après ma mort
Pour couvrir ton corps
D'or et de lumière

Hoy como todos los días:
te levantas y piensas vagamente en todo lo que espera.
Nada. Esa es la palabra más llena,
nada como el polvo, como el humo,
como el silencio, nada como la vida misma,
como los cuentos de hadas, los mitos, las leyendas
y un et´cetera largo. Nada como los días.
Quiero que no te apagues como todos nosotros.
Te llamaré la rosa y otra vez la rosa.

*

Preguntadme quién soy, de dónde vengo.

Miradme solamente cuando no me veáis
y habladme si yo estoy delante.
La soledad es también un planeta
de silenciosos orgiásticos y frutos llenos
de agua. Si pudiera explicaros...

*

Je ferai un domaine
Où l'amour sera roi
Où l'amour sera loi
Où tu seras ma reine

Al otro lado del poniente
hay un oráculo de dioses ilegales
que te explican en ático porqué se escapa
el tiempo.
No piden nada a cambio
de izarte en uno de sus templos para siempre
o convertir tu boca en un perfume
de hierbas consagradas.
Pregunta por el camino más olvidado
de la tierra y no mires lo que se queda atrás
hasta la luz del alba.

*

Que nadie escriba un verso
para no hablar de ti.
Somos este paisaje que visita
la noche:
lejos hay un volcán que ya no llora,
las ruinas de unos ojos
y el deseo azulado que despluman los búhos.

*
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Pasa el tiempo
y es todo irremediable.
A un paso de nosotros
hay un donde sin suelo,
una lluvia enfermiza
que divide la tarde
en dos días diferentes,
un naufragio de rosas,
una tierra cubierta de silbidos
como un invierno.
Pasa, y tú cada vez a menos,
lo siento en el abrazo
que tiene las bisagras descontentas,
en la mirada gris
con que coses mi ropa.
Lo siento en tus paredes desconchadas,
en los retratos:
porque sonríes lejos,
porque arrugas las fechas en tu carne,
porque te pasa un río de sombras
cuerpo abajo, vida abajo.
Es todo irremediable, aunque te quiero.

*

Otras veces veniáis, aunque no fuera
agosto,
a encalar vuestra ausencia
y ventilar los cuartos del invierno.
Llegabais los domingos
en un seiscientos blanco -un recuerdo
que apenas sube ya las cuestas de mi mente-.
Eran días distintos, vosotros lo sabéis,
días con un sabor sin marca
que ya no vende nadie,
inusitados gestos en vuestros rostros
niños por detrás de los árboles.

*

Ne me quitte pas
Je t'inventerai
Des mots insensés
Que tu comprendras
Je te parlerai
De ces amants là
Qui ont vu deux fois
Leurs coeurs s'embraser
Je te raconterai
L'histoire de ce roi
Mort de n'avoir pas
Pu te rencontrer

Sólo tú sabes
lo que no escribo
cuando me encuentro solo
y te miro
y tu pelo se desborda como una cifra
de nieve.
Nadie descubrirá ese poema
entre los libros
que hablan nada más que de ti
en un idioma en blanco.

*

Esta puerta es el tiempo
que no va a ningún lado:
azul como la música que nos recuerda
un poco las ganas de llorar,
hay un hombre sentado
que piensa para siempre
y unas letras que dicen
que Toni amó a Teresa.
Hay una fecha clavada en las polillas
y un domicilio ausente
en un rostro de madera.

La vida es esa boca
redondeada con tiza.

*
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Quiero inmortalizarte
sobre el manual del agua.
Atar tu voz a los pies de la lluvia.
Predecir la nostalgia que causarán tus ojos.
Quiero, sencillamente,
nombrarte en algún sitio
donde no acuda el tiempo.

*

Hace tiempo que se fue el pecado.
Venid a este paisaje donde no tengo conciencia,
a este desierto enfermo de pirámides
y palmeras que esperan
con sus brazos abiertos.
Estoy deshabitado. Más que nunca.

*

On a vu souvent
Rejaillir le feu
D'un ancien volcan
Qu'on croyait trop vieux
Il est paraît-il
Des terres brûlées
Donnant plus de blé
Qu'un meilleur avril

Eres, dulce mía, ligera
como un tango de agua.
Pero no te confíes,
lo nuestro es esta tierra
condenada al destino,
esta tarde que huye como un sol de verano.
Lo nuestro es todo aquello
que cambia ahora, ahora, ahora
y entre ahora y ahora
nunca nada es lo mismo.

Eres, dulce mía, amarga como el tiempo.

*

A José y a Mariam, in memóriam

Et quand vient le soir
Pour qu'un ciel flamboie
Le rouge et le noir
Ne s'épousent-ils pas

Otra vez que volvamos
no dejaremos nada en el camino,
no quedaremos solos para siempre,
no buscaremos siglos en las piedras,
no cerraremos nunca nuestra casa
y el mar no borrará la arena
en vuestros nombres.

*

Para Chusa...

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

A veces tienes partes de infinita tristeza
y quedas en silencio mirando cómo callas,
con las manos marchitas alrededor del mundo.
Entonces, se me hielan el beso y la palabra.
Cuando nos conocimos era todo mentira,
los árboles, las calles, la luz sobre tu cara,
era toda una noche estrellada de orígenes.
Ya no te me pareces a tus ojos en nada.
Ya no amanece el sol por detrás de tu pelo,
ya no bajan los dioses a embadurnarse en tu alma.
Ya no puedo pensarte por encima de todo.
Ya no te digo siempre la primera palabra.
A veces tienes capas de imparable amargura
Y me asumo a tus huesos hundidos en las brasas.
Ya no puedo besarte los labios despoblados.
Ya no te me pareces, posiblemente, en nada...

*

Ne me quitte pas
Je ne vais plus pleurer
Je ne vais plus parler

Cuando nos demos cuenta
la vida habrá dejado de nosotros
una estación inédita
y un camino a mitad de la palabra.

*

Je me cacherai là
A te regarder
Danser et sourire
Et à t'écouter
Chanter et puis rire

Fui feliz con muy poco,
porque sus ojos de arena
marcaron las horas más felices de mi vida.

*

Laisse-moi devenir
L'ombre de ton ombre
L'ombre de ta main
L'ombre de ton chien

Partiremos de aquí
y todo lo nuestro
quedará en las sonrisas de las hiedras
que suban a buscarnos
olvido arriba.

*

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

JACQUES BREL

Más allá que haya lo que quieran
siempre que aquí estés tú.


(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Ne me quitte pas, de Jacques Brel, en distintas versiones

Poemas de álbum amarillo: Argos


Los caseros no atienden a sus ojos,

pero detrás de sus negras pestañas

oculta una tristeza tan redonda

que apenas le permite la mirada.

Por eso algunas veces con la cola,

cuando escucha el sigilo de las vacas,

dibuja sobre el barro en que reposa

retazos de impotencia y de desgana.

Y poco a poco el giro de las moscas

que rondan sobre él noche y mañana,

le han dado un parecido con las cosas

que a la muerte se pudren olvidadas.

Su hocico respingón ya tiene forma

del aullido más último del alma,

y de aquella nariz de caracola

tan única en los rastros de la caza,

cuelga la transparencia de una gota

que ya no puede secarse con la pata.

Y aunque sigue esperando, de su boca

sale de vez en cuando esa palabra

con que expresan los perros su derrota;

y lloriquea y cae y se levanta...

Poemas de álbum amarillo: Penélope de Ulises



Más allá de su casa el calor de septiembre
crepita en las higueras;
Penélope de Ulises, fiel espartana,
se ha asomado al balcón donde borda por siempre
y ahuyenta una pareja de gansos atrevidos
que va picoteando la flor de sus hortensias.
La casa huele a pan, a recuerdo de harina,
A esperanza nacida de una esperanza vieja.
¿Volverá? Quién sabe si en el mar
o a la luz de los faros,
después de tanto tiempo, se sigue recordando.
Y de repente canta (bien sabe por qué canta)
y de la comisura de sus labios
pende un temblor que es casi ya una lágrima.

Y el sol llega a sus ojos como una pesadumbre
―no hay nada más hermoso, sin embargo, que el rostro
de Penélope con la estela brillante de las lágrimas―.
¿Volverá? En momentos como este no deja de bordar
por no llorar delante de doncellas,
mas sus dedos no saben si bordan una flor
sobre el sudario
o anudan otro pétalo a su pena.
No se parece en nada a la mujer de piel campesina,
la más esbelta de Itaca,
que antaño llegó a ser la esposa deseada,
porque de tanta espera,
de tanto deshacer la tela de sus días
cuando la noche entraba, va quedando con hilos
que descosen la carne de su cara.
Se parece muy poco a la de brazos níveos,
por abrazarse tanto al llanto del crepúsculo,
por rehusar promesas de tantos pretendientes,
esperando las velas de las naves rojizas
que las olas del tiempo jamás, tal vez, acerquen.
Y a veces ya le ocurre lo mismo que a su perro:
que de ladrar atado al pie de su destino,
tiene la tirantez ahogándole en el cuello,
una marca amarilla de soledad y hastío
que le ha robado olfato, el aullido y el pelo.
Y nunca pasa nada sino la vida en vano,
las horas se suceden girando en el vacío,
como una rueca muerta varada en unas manos
que no darán más vueltas. Lo tienen prometido.
Penélope de Ulises, la solitaria de Itaca,
la del balcón abierto por si escuchara pasos;
Penélope de Ulises, la eterna bordadora
de su presente aciago, de su futuro mítico.
La esposa envejecida como un griego olvidado.

Poemas de álbum amarillo: Para Dido de Eneas


Te vi quedar llamándome en la niebla
sobre la almena más alta del palacio,
pero los dioses, Dido, no comprenderán jamás
por qué los hombres preferimos morir
a separarnos. Y aquella madrugada, sobre
las vigas rechinantes de mis naves
mil veces me grité:
¿por qué viniste a Libia, por qué no te amarraste
a la galerna?
Ahora ya no valen de nada mis reproches y mi odio
dibujará en las cenizas de tus labios
maldiciones
cada vez que pasen por tu ausencia
las sandalias silvestres de los vientos.

Recuerdo la primera noche que robamos
al brillo de tus ojos,
las caricias que había guardadas en tus
cofres y el perfume fenicio
que dulcemente, ahora, me describe
las rutas navegables de tu cuerpo.
Pero de nada vale, Dido, que te confiese
un poco esta agonía
si entre tus tierras y mi llanto
silban los trapos de la muerte.
Asómate otra vez como el abismo a los acantilados
y piensa que he venido a recogerte,
que he venido a buscarte con mis hombres
y en mis naves. Asómate al recuerdo y haz que vuelves
a ver en la borrasca un rostro marinero
curtido como el sándalo, agarrado a tus costas
desde que te creyó una mentira de la bruma.

Tocata y Fuga (ES MI PALABRA)


Ordenar estos datos es tal vez poesía.
P. G.
Sólo tengo una cosa que decir, una sola; 
nunca volveré a decírsela a nadie, y te 
pido que la recuerdes: en un universo de 
ambigüedades, esta certeza viene sólo 
una vez, y nunca más, no importa cuántas 
vidas le toque vivir a uno.
R. J. W.
Y agradece a la vida esos errores.
F. B.


(ES MI PALABRA)


Juro que no he perdido
la esperanza.

Todo es posible
hoy
desde mis ojos.
Todo lo que no encuentro,
todo lo que no alcanzo,

hoy,
-lo juro, sí-
será palabra. Palabra que yo diga
o me dijeron. Los músicos de Brema,
el exilio de Ovidio, las costas
de Steryópulos. John Perse y sus fantasmas,
los príncipes no azules, Arquíloco,
Joan Baez y su voz de bandera
y nordeste batiendo,


 (y etcétera...)


Sí, así se llama: palabra. Y escribiré
hasta el final

de los raíles del tiempo. Palabras
red


para atrapar la muerte. Palabras

hilo
de
fe
para seguir llevándome. 

Palabra sin ganancia equivalente al beso.

Palabras
cuyo verso, si lo atacan,
se yergue
y se inflama
cual
cobra
neotérica. Palabras
-lo prometo-
donde el dolor
no volverá a posarse
como un cuervo.

Palabras acentuadas con el cristal más fino
para brindar por nuestros privilegios.

Hasta palabras
Rosalía

de donde salta un ángel.

Palabra ,
que es tanto como ahora.
Palabra ahora,
que es cuanto como el humo.
Palabra ahora
como el amor y un siempre
una vez sola.
Palabra dicha,
que es menos que un instante,
palabra instante donde cabe


la vida.

Palabras dios
sobre todas las cosas

para los que son fieles
por encima de todo;
para los que surcaron mi niñez
con carabelas demócratas y aviones de cuartilla;
para los que, en la noche,
nos riegan las callejas sombrías
de la memoria;
para los que sonríen
e iluminan un trecho
como si se encendiera en tu interior un fósforo;
para los que promulgan diluvios
y se mojan.
Los que son tan hermosos, tan nuestros
como los años que no vuelven;
los que plantan cipreses en los huesos de Roma,
los que impulsan trirremes en las charcas
del sábado,
los que sueltan medusas en los mitos del Tíber;

los que nos pintan puentes naïf y carruajes vistosos
en el inevitable sufrimiento;

para los que han lanzado
desde el alto sentido -Federico y Octavio,
Biedma, Orozco, Celaya...-cañonazos y bombas
de humana poesía; (porque benditas sean
las horas, benditos los momentos,
Pepe Hierro,
en que te leí y sentí cómo mi piel
escapaba hacia tu idioma
y se me enamoraba).

Para los que amparan catástrofes y eclipses
como a una tribu más ya de su raza.


Los que valoran que un pétalo
es tan imprescindible como una concordancia.

Palabra eternidad con buitres
en
la
altura.

Hasta palabras Alejandra
en que una flor Pizarnik se abre
al viento.

Hasta
palabras más ocultas
que Pompeya. Hasta palabras
más Penélope

que solas.

Hasta palabras nORIa
donde giran los asnos

y fluye el río.

Palabras nerviosísimas de hipérbaton
y hormigas. Palabras
ilegales
que llegan a mis
acantilados.

Palabra
te respiro
te bebo
te seduzco
te amo
te penetro
te traiciono
y regreso
y tú me esperas


me acuestas en tu pecho
de epopeya
y me hablas  :

 

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