Territorios de opio


Poseo el veneno sabroso de la soledad,
sus amargos tragos y ese remordimiento de haber dejado
en el camino algunos nombres.
Tengo en las manos la herida de una palabra mal escrita,
la sangre de un velero que se diluye en la memoria,
la locura de un abril sobre las rosas.
Nombro una droga prohibida como la dulzura de esa muerte
que llega hasta nosotros con el pelo mojado
y nos enamora un poco de lalluvia.
Nombro esa soledad que nos hace el amor como los frutos
y se deja caer, tan vegetal, como una rama.

Artificios y capicúas


En una palabra
a veces hay dos,
mira: en soledad:
los años del sol.
Otras veces una
dentro de la otra:
Jacoba, en el medio,
esconde una boca.
La palabra hoy
-¡qué letras más listas!-,
boca arriba o boca abajo,
es hoy, ... y distinta.
Y reconocer,
¿te fijaste en él?,
se lee al derechas
y se lee al revés.
El lenguaje es mágico,
cógele los trucos
y podrás cambiar
las leyes del mundo.

Cuando la historia da fe de la grandeza, musicado por Rafa Lorenzo


Cuando la historia da fe de la grandeza
y la grandeza es lema de sí misma;
cuando la tierra es de tan noble raza
que se agruma con gesto de pepitas,
no hacen falta papel ni testimonio
que verifiquen lo que ve la vista.

Cuando el propio relieve se empeña
en defender los lindes de una villa,
y fueron tantos los pueblos y los reyes
que encastraron aquí su biografía,
con batear un poco tu pasado
destella tu prestancia todavía:

Ahí están tus mansiones señoriales,
los gloriosos escudos, las familias
que llevaron el nombre de Tineo
a lo largo y a lo ancho de la vida.
Ahí están tus parroquias artesanas
de tu estirpe vaqueira y campesina.

Y ahí tu empeño en seguir siendo Asturias
y en mantener tus casas encendidas;
y en conservar tu esencia y afamarla
aunque sea con 'tseite' y con nabizas.
Y en reafirmar las bases de tu dolmen:
la agricultura y la ganadería.

Por eso hay escritores que aún te escriben
y poetas que jamás te olvidan;
por eso hay pintores que aún te dibujan
y cantores que siempre te musican.
Porque eres de los grandes el segundo,
en ayer y en hoy y en geografía.

Texto: Aurelio González Ovies
Musicalización e interpretación: Rafa Lorenzo

Imágenes
Luis M. Lafuente
Jesús S.G.
Jorge Del Prado
Abel Paredes
Elosoenpersona
www.laspain.com

Realización:
María García Esperón
(Con mi agradecimiento a Joaquín de la Buelga)

MMXI



¿Dónde el tiempo?


Me confunde esta luz de primavera con que se extinguen los meses de febrero y marzo. Me confunden las estaciones, los días y los años. La prontitud con la que todo se posa y vuela de mis manos. La distancia que me acerca o la cercanía que me aleja a quien soy, a quien he sido. Vivo en mi confusión, lo confieso. Lo que es hoy me suena muy desconocido, muy apremiante, lo que se vuelve ayer me parece muy indeterminado. Deambulo entre el vacío y la ceniza, entre lo desconocido y lo transitado, y sin embargo, tengo la certeza de que nada, en ese camino entre lo andado y lo inexplorado, nada me ha reconocido como suyo. ¿Nada? ¿Cuánta verdad cabe en nada? ¿Nada es vacío; todo lo que acontece es, al fin y al cabo, nada?

¿Dónde el tiempo? ¿Cuándo empieza, cuándo nos acaece, cuándo termina? ¿El olvido y la ausencia son tiempo? ¿Hay tiempo en los espejos o en las corrientes o en las sombras; o tan sólo transcurre a ritmo humano? ¿Por qué nos duele el tiempo si apenas nos atañe, por qué nos hiere? ¿Si dispusiéramos de más tiempo, de todo el tiempo, entenderíamos el amor de igual manera; esperaríamos con igual intensidad; nos afanaríamos en idénticas torpezas; erraríamos tan a menudo; mataríamos tan ligeramente? ¿Dilata el tiempo? ¿Por qué el tiempo en el dolor y en la tristeza sobreviene tan largo, tan disperso; por qué el tiempo del sufrimiento se desliza tan lento y tan abandonado? ¿Es tiempo el hielo, cómo contar su detención, cómo medir sus lapsos?

¿Era yo aquel muchacho que hace tan poco ¿poco es mucho? andaba por los prados, descalzo e impreciso, enamorado de grillos y libélulas? ¿Soy yo aquél que camina de la mano de una mujer gordita y no muy alta, que sentía pavor por culebras, en busca de moras y de manzanilla? ¿El que ayuda a su padre, casi todos los domingos, entre cotón y grasa, a reparar motores y limpiar piezas, era yo, lo soy? ¿Soy yo ése de la raya al lado, el que lleva unas galletas de coco en la cartera y se dirige a la escuela como quien va a un suplicio? ¿Es el mismo viento el que me despeina, las mismas nubes las que cruzan desesperadas el cielo de esa mañana de mayo? ¿Es algo lo mismo, alguien siempre él mismo?

¿Quién canta, como desde muy allá pero aquí, a mi lado, ‘agora non, mio neñu, agora non’ y me acoge en su regazo y me acaricia el pelo? ¿Son tiempo de verdad, tiempo otra vez, tiempo nuevo los espacios que nutren los recuerdos; o acaso recordar es, a fin de cuentas, desperdiciar el tiempo real? ¿Realidad y tiempo coinciden, se corresponden? ¿Hay realidad al margen del tiempo? ¿Lo que ya no recuerdo para qué ha sucedido, qué volumen ocupa en los relojes de mi dimensión? ¿Cuánto mide un año; cuántos centímetros median entre la actualidad y el después? ¿Quién dice mañana, a qué amplitud se refiere? ¿Ayer depende de una noche? ¿Una sola noche nos separa definitivamente de todo este presente? ¿Qué cortedad determina el presente, cuánto pesa, cuándo pasa?

¿Por qué persigo en los sueños el tiempo consumado, por qué retorno una y otra vez y siempre a mis muertos y los contemplo y veo cómo suben, plácidos, eternidad arriba, con sus perros antiguos, y observo cómo abren las puertas de su casa, y los llamo y me escuchan y vienen hacia mí con sus brazos abiertos, sonriendo, con salud y ropas de humo? ¿Soñar es también tiempo? ¿Permanecen en mí, más dentro, los sueños en los que acaricio ilusiones, son más míos que todo lo que pretendí atrapar inútilmente?

Sé muy poco del tiempo. Apenas nada. Conozco su erosión, su fuga, sus lesiones. Con un paso desde ahora hacia adelante llego al futuro, que no es más que un escaso momento, un ya y un nada; un paso hacia atrás ya no es viable, menos que después, menos que nada… (La Nueva España, 26-03-08).

Me entristece el mundo


A Tuli

Me entristece el mundo.
Ya nunca más podremos ser jóvenes,
mirarnos con vergüenza
mientras estamos solos,
indagar en la noche el sabor de la niebla;
ya nunca más investigar tu cuerpo
cuando el sol te recorre como una lagartija
o conquistar las playas o abrazarnos
un segundo apenas sobre los cuchicheos
de las olas.
Qué pronto llega todo, qué pronto escapa,
sobre todo,
la belleza de estar viviendo a gusto,
de imaginarse libre mientras cruje el verano
y poder darte un beso más tarde de las once.
Y bordear tus rasgos
con la cintura azul de una genciana;
sobre todo, qué pronto muere el cuerpo.
Sí que me entristece
ver la luz reflejada en las tardes del agua
con forma de canción
o preguntarse a veces
donde os habrá esparcido el aullido del faro.
Es difícil palparse las estrías
y no acordarse un poco
de vuestra voz tostada como la adolescencia;
desenvolver un año encima de la mesa
y barajar a medias la nostalgia
y entrar en los perfumes
y marchar vida atrás por un domingo
en que no habita nadie
más que el viento.
Es verdad que me entristece,
que después de haber roto los recuerdos,
las cartas que escribíamos,
miramos si es posible
reconstruir la ausencia, los pliegos
en que hablabas
de no sé qué concierto
o el cierre del bar de los acantilados
donde siempre acudíamos a última hora.
Es verdad que me duele vuestra mirada turbia
de queimada y tabaco,
que mi puño se enrosca
como una caracola con el rumor
de vuestras carcajadas.
Y me entristece el mundo y más que nada
comprender tan así
que solamente somos un tópico
que oculta la rapidez del tiempo.

Sus últimas palabras que recuerdo


Ella siempre llegaba. Siempre estaba. Siempre podía poder. Siempre podía. Desde que yo salí de su profundidad, partiéndola de dolor, rasgándole la juventud y cargándole la vida, nunca más se encontró ni lejos ni incapaz ni muy cansada. Mi madre, aunque no pudiera poder, siempre pudo. Pudo traerme al mundo, pudo llevarme dentro, pudo pararme el llanto, pudo peinarme siempre, pudo dormir con hambre, pudo inventarme pan. Pudo estar muchos días sin agua y sin deseos, pudo darme de beber siempre, pudo enseñarme a desear. Pudo con el silencio, pudo con la verdad. Pudo estudiarme y pudo estar y estar y estar.

Siempre alerta y en mis proximidades, a todas horas esperando para entregarse, ofreciéndose a ser, espolvoreando calma, desprendiendo voluntad, propiciando alas y opinándose suelo, tejiéndome jerséis y pasos firmes, abriéndome puertas y cerrándose ocasiones, ahuecándose, día a día, para revestirme con su 'llenitud' tan inmensa como sencilla. Yo fui creciéndome y apartándome, siguiendo uno de los muchos ramales de este camino único. Y ella, como un principio y como un final, se mantenía en vela, 'entretenida' con alguna de sus tantas dedicaciones, hasta escuchar el ruido de las llaves y servirme la cena; aguardando la llamada, al otro lado del teléfono, atenta a las peticiones, decidida a presentarse, a estar conmigo 'ya, ahora mismo, de repente, sin perder ni un momento o enseguida', a hilvanarme un cálido 'no te preocupes, eso no es nada, verás cómo se arregla'.

Jamás dejó de poder ni en las noches de fiebre, ni en las fechas cruciales, ni en los peores días. Nunca renunció a hacer por poder. Sin embargo, aquella tarde en la que apenas me escuchaba, pero aún podía sentirme y me oía, cuando le pregunté: '¿cuándo quieres que vuelva?', sus últimas palabras, como desde muy lejos, como quien está yéndose inconsciente de su partida, pero consciente de que ya no habrá vuelta, como desde un sueño insondable, como pudiendo sin poder..., sus últimas palabras susurraron: ven cuando tú tengas tiempo, cuando tú quieras, cuando tú puedas.

La Primavera



En bicicleta llega
la primavera
y trae un mandilón
y una pamela.
Azul el canesú
como los lirios,
y los bolsillos rojos
como las fresas.
En la pamela tiene
un lazo y una cinta,
amarillo con blanco
de margarita.
En bicicleta viene
la primavera
y su bici es tan verde
como la hierba.
Como los girasoles
son las dos ruedas
y por donde ella pasa
saldrán violetas.
 

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