Junio


Para Marta (Trucha)

JUNIO era azul y alto como los cielos de los sueños.
Chirriaban los grillos, los brezos crepitaban. Calor a media tarde...

Y mi madre decía: no quites la visera.

Recuerdo que Ramón y Quico, con sus ponchos
de jipis, tocaban la guitarra,
debajo de la higuera
cantando a Mocedades y a Agua Viva,
y mi hermana pegaba en los brazos y piernas
calcamonías de lunas y de Camilo Sesto.
Ser feliz día a día era un corto trayecto: rastrear
las camadas de las gatas paridas,
ser el mejor tirando con gomero...

Un verano pasaba más despacio
que ahora toda mi vida.

Y mi madre decía: diviértete y sé bueno.

Y yo amaba a mi madre por encima de todo,
por encima de dios, sobre todas las cosas
y quería abrocharle al cuello un arco iris
y ella me prometía comprarme una laguna
con juncos y libélulas y renacuajos grandes
para detrás de casa.
Yo soñaba con nidos y regatos. Y Marta,
mi reina en nuestro reino,
siempre estaba conmigo, tanto si era viviendo
como si era soñando.

Y mi madre decía: la mitad para ti y la mitad para Marta.

Recuerdo el eucalipto y un bullicio de pegas
y la mar a lo lejos y su luz poderosa
entre verdad y plata
y a Juana que pelaba patatas a la puerta
y escuchaba seriales en la radio.
Por esos días, un día, anunciaron la muerte de Cecilia y Nino Bravo.

Y mi madre decía: qué vida más ingrata.

Muchos años después, o nada o la nostalgia.
 

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