Rosa in memóriam
Rosa:
no sé cómo escucháis los muertos las palabras,
no sé con qué lenguaje expresar tanta ausencia;
pero sé que me escuchas y que nos acompañas.
Sé que un alma tan noble deja parte de sí
sobre la tierra, en sus seres queridos,
y otra parte se posa en un lugar sublime, al norte
de los sueños hermosos de la infancia.
Allí estarás ahora, discreta como siempre,
con tu gesto de amor, junto al viejo manzano,
podándonos el frío de este verano incierto,
regando la tristeza de tus plantas.
Espéranos muy cerca del último camino
que recorriste firme y resignada.
Espéranos al lado de nuestra casa nueva,
donde otra vez seremos los mismos que hemos sido
y no volverán ya a separarnos nunca
ni el tiempo ni el dolor ni la desesperanza;
desde donde nos veas extenderte los brazos,
y nos sientas llegar, con el destino a cuestas,
tu baúl de recuerdos y tu ramo de vida inacabada.
Espéranos, con la luz encendida, por si fuera de noche,
con tu sonrisa fresca, por si acaso es al alba.
Desde que ya no estás, nuestra ilusión más grande
es reencontrarte un día, al principio de todo
o al final de la nada.
Pero espéranos, Rosa. Mientras tanto,
descansa.
(Lugo. Paradela. 2008)