Habanera en el Malecón
Mueve sus ángulos
mulatos
como la fruta hace en los árboles.
Tiembla la carne en su belleza
como la brisa entre
la ropa.
Luce colores a la vida
como las flores de la selva.
Se acerca siempre al malecón
como la luz, puntual
y sola.
Mira el océano impasible,
fuma de prisa y se ata el pelo.
Si el horizonte se alcanzara,
si fueran ciertas sus barreras.
Lanza los lirios de su blusa
al mensajero de las olas.
Siempre se va después de ver
que nada cambia,
que nada es cierto
que nadie importa.
Cruza la calle. Se suelta el pelo.
Y ante la luna de un almacén
pinta los labios. Cuando ha contado
su pena al agua,
cuando ha esperado un día más
como otros días,
se ve bonita, menos vacía.
Se siente otra.
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