¿Será toda la vida mi vida así?


Padres, cómo lloran los ríos y los abetos. Cómo os llaman la miel y las almendras. Cómo os echan de menos el acebo y el alba, la niebla y el rocío. Cuántas horas tan lejos de vosotros. Cuántos años de ausencia y desconcierto. Cuánto tiempo baldío. Cuando diciembre asoma, cuánto calor al alma trae su frío. Enmudecen las cumbres y los establos, los viejos lavaderos, el musgo, el petirrojo. Todo calla y es hielo. Todo desprende copos de ineficaz olvido. Y vuestra lealtad respira en cada cuarto. Y vuestra gratitud, en cualquier gesto. Y vuestra voz aquí, conmigo, dentro. Siempre conmigo.
Cómo recuerdo ahora aquellas tardes dibujando tranquilo, en la cocina, siluetas de montañas y camellos y una estrella cometa que indicaba el camino. Cuánto aquellos momentos de paz, indescriptibles, en los que atravesábamos la humedad de los bosques y el tul de la mañana para encontrar un pino. Cuánto los altos muros de vuestros brazos alrededor de mí. Cuánto. Cuánta inseguridad en cuanto alcanzo. ¿Será toda la vida mi vida así? ¿He de rememorar un día y otro día la emoción y verdad de lo perdido?
¿Causa de tanto amor esta ceguera? ¿De desengaño acaso? ¿Os nombro a cada paso porque no soy capaz de avanzar por mí mismo? ¿Es carencia del ser que me acompaña? ¿Quizá debilidad y miedo a lo que espero? ¿Es cobardía pura? ¿Puro vacío? Dudo de todo cuanto llega y pasa. De todos cuantos dieron su nada y su egoísmo. ¿Es distancia o confín esta sazón? Cada día más aislado de lo que tengo cerca. Cada instante más cerca de los que habéis partido.

Encenderé la noche. Evocaré el pasado. Nada con más certeza que lo vivido: es diciembre en la tierra. Huele toda la casa a espumillón y a calma. En las calles ya empiezan a alumbrar las bombillas. Comienza a chispear la pena que desprenden los villancicos. Justo ahora os necesito más que en esa orfandad diaria en la que tanto me hundo y tanto os necesito. Venid, aunque no sea más que en forma de sombra, con carácter de humo. Acercaos al mundo. Hay soledad y luna. Y la mesa está puesta con el amor de siempre, con castañas y uvas y pan de higo. ¿Pero con quién dialogo? ¿Existe lo imposible? ¿Siguen vivos los muertos? ¿Os llegan estas súplicas? ¿Y todos mis deseos? ¿Reconocéis mi letra? ¿Las señas que yo tengo serán correctas? ¿Recibís las postales que os escribo?

(La Nueva España, 25-11-2015)
 

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