Alguien me ha pertenecido como una posesión.
Alguien me ha abandonado como a la lejanía de los muertos.
Por mi soledad transitan los monjes
más longevos,
monjes azules, de Santa Marta,
al norte de Florencia.
Y se escriben libros de otras edades,
libros canonizados con albúmina,
libros con versos tan antiguos como la oscuridad
para los ciegos,
libros encuadernados con el silencio
de los cirios.
Libros desheredados como el amor de un día.
Por mi soledad regresan peregrinos.
Alguien ha subido hasta mi corazón
y yo no estaba.
Alguien ha venido a morir en mi corazón
y yo no estaba.
Alguien ha llegado hasta mi corazón
y yo no estaba.
Yo no estaba conmigo.
(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva y brea